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#Noticia

Una buena noticia por Ender Arenas Barrios.

buena

En medio de la incertidumbre y de la mala hora que ha tocado vivir al país, aparece al fin una buena noticia: el premio Nobel de la Paz, ha sido este 2025 para María Corina Machado. El país ciertamente está alegre. Y eso es realmente bueno, Pues, desde hace más de veinte años el país no ha sido receptáculo de noticias que lo hiciera feliz, o casi feliz, como es este caso

Digo casi feliz (terrible expresión), porque es una mentira que todo el mundo está feliz. Creo, no, estoy seguro, que, por ejemplo, Capriles no está feliz, el Chuo Torrealba, tampoco, es el caso de Manuel Rosales y la de un hombre de ciencias, como es, José Guerra, no están felices con el reconocimiento otorgado a MCM. Ellos y otros han elegido el silencio para omitir las consideraciones y felicitaciones de rigor, eso dentro del país.

 Fuera del país, hay quienes no están infelices, por ejemplo, en el movimiento MAGA, incluyendo su cabeza, Donald Trump, tampoco estanan felices, lo ha demostrado Trump quien ha cometido la inelegancia misógina de llamarla “la persona que ganó el nobel me ha llamado…”, pues de nombrarla por su nombre y apellido, hubiera lastimado su enfermizo ego.

En sectores de la izquierda jurásica, tampoco hay felicidad. La declaración de Pablo Iglesias, líder de Podemos, ha sido una de las más grotescas, al comparar a MCM con Hitler, la del presidente Petro, quien actuando como canciller de Maduro, ha atacado al comité que otorga el Nobel por habérselo otorgado a una opositora del régimen, Pedro Sánchez, ha mentido, una vez más, señalando que él no ha felicitado a ninguno de los premiados, pero hay registro de todo un archivo donde él se ha esmerado en felicitar a todos ganadores de los premios nobel de la Paz anteriores a MCM, incluyendo a Santos. En la izquierda moderada, ha habido felicitación, pero dejan colar que MCM tiene en su contra el estar apoyando una guerra contra Venezuela conducida por su aliado Donald Trump, es el caso, de Fernando Mires.

Por supuesto, el padre de todos los opositores a MCM, Maduro, es el más infeliz de todos. Este conducido siempre por sus inseguridades, miedo y odio, ha arremetido contra MCM refiriéndose a ella, es su costumbre, como “la Sayona demoníaca”.

Quiero aquí hacerles un alto para una confesión: mi abuelo, Víctor, solía contarme la historia de la Sayona, la descripción que de ella me hacía era de tal naturaleza que me deslumbró: la elegancia de su porte y esbeltez, su sexualidad que embriagaba y enloquecía de deseo a todo aquel que se le cruzara en el camino, su belleza, su piel blanca y cabello negro, con unos ojos que parecían negros, “el abismo de la perdición” (Sergio Ramírez, dice) pero yo me  deleitaba con la negritud de esa mirada que, de ninguna manera presagia una desgracia, sino una pasión que no podía ser encauzada y que durante mi preadolescencia creí estar enamorado de esa mujer que fue la causa de mis primeras fantasías eróticas. Así que la idealicé no como una “bruja demoníaca”, sino que, construí una imagen de mujer provocadora, de largas piernas cruzadas y descruzadas, como si fuera Sharon Stone en “Instinto básico”, pero mi abuelo, que era una especie de “guardia del servicio Panamericano de valores” me hizo abandonar tales imágenes perturbadoras y lujuriosas y desde entonces la veo como lo que realmente es: una justiciera que cobraba la afrenta infligida por un esposo infiel, que la había engañado con otras, menos bonitas, menos ricas y menos inteligentes, castigando a los maridos infieles.

Ahora que le oigo a Maduro, el insulto a MCM etiquetándola de “La Sayona” me lo imagino aterrorizado, no solo, por su inclinación manifiesta a la brujería (herencia de Hugo Chávez), sino por su infidelidad, no a Cilia Flores, pero sí al país y a sus habitantes a quien juró darle felicidad, bienestar y progreso y le ha dado pobreza, exilio y represión. Así que he llegado a la conclusión observando bien a MCM y su discurso contra la dictadura y sus oficiantes el enorme parecido que tiene con Casilda. Ese es el nombre de la “vengadora y justiciera contra los infieles”. Perdonen esa disertación un poco íntima.

Volviendo a la buena noticia que significó el premio nobel de la paz para MCM, dicho, premio, para el espíritu de las mayorías, ha significado la renovación de las esperanzas por la inminencia del cambio político y la recuperación de la democracia.

Se puede no estar de acuerdo con ella, pero con su palabra, consistencia y perseverancia, los venezolanos han vuelto a tener la certeza de que la democracia está a “la vuelta de la política” verbalizada y actuada por esta mujer.

  MCM es el centro de gravedad de la política opositora, y de la política en general y, su palabra, ha sido la única que se ha revalorizado, recuperando, para sí, la autoridad comunicativa que había sido cooptada e instrumentalizada por el régimen como asunto exclusivo del régimen.

Cierto, ella no ha acabado ninguna guerra, eso se explica por sí solo. Pero lo que ha sí realizado, mucho antes de erigirse como la líder de la oposición venezolana con su victoria en las primarias y posteriormente en las elecciones el 28 de julio, es la propuesta de nuevas formas de interpretación y lecturas del país que superan la inercia y circulación temática de la oposición tradicional que ha limitado y limita las propuestas presentadas durante más de 27 años por el sector opositor.

Su concepción es una verdadera revolución de naturaleza conservadora, pero con matices importantes que la diferencian de las otras propuestas de la derecha clásica y de la ultraderecha hoy dominantes en el nuevo clima de época que domina discursivamente al planeta, pues sus propuestas están signadas por ser una expresión fuertemente antiautoritaria, lo que la diferencia de Milei, de Bukele y de Trump.

¿Qué, la transición hacia la democracia va a hacer fácil? No, para nada. Lo he escrito en un sin número de notas y esta semana Milagros Socorro hace un excelente diagnóstico de lo difícil que será por la actuación de lo que he llamado, siguiendo a algunos autores, “Enclaves de poder autoritario en la sociedad civil” y que no son otra cosa que bolsones autoritarios que han sido organizados por el chavismo desde la primera noche del proceso revolucionario acompañado del deliberado deslave institucional del país.

Por otra parte, MCM será la garante personal del inminente “pacto democrático” que surgirá como una necesidad para garantizar una transición, si no tranquila y sosegada, sí que logre finalmente su objetivo: la constitución de un sistema y de un gobierno en un mismo proceso, perfectamente diferenciados que evitaría repetir la experiencia vivida en los últimos 27 años.

En la transición, MCM será una garantía para enfrentar “las eventuales fallas referidas a la legitimidad de rendimiento de las políticas gubernamentales” que lidiaran con cuestiones heredadas del madurismo como políticas sociales, salariales, etc. y también con aquellas que no pueden ser “transformadas en cuestiones técnicas” como DD. HH, el litigio con Guyana, etc.

Como alguna vez, dijo Alfonsín, cuando estrenaba la transición democrática en Argentina, con la “democracia también se come, se educa, etc.” Nosotros, sabemos, porque nos conocemos, que la población venezolana “valora mucho más el cumplimiento de las promesas electorales que la defensa del sistema institucional” ya lo ha demostrado, por ejemplo, en 1998 y en cada proceso electoral dirigido por Chávez, MCM, será también, en este sentido, una garantía para que mediante su liderazgo, el ciudadano “le de tiempo” para resolver medianamente los estropicios que dejará la dictadura.

Eso es lo que en la jerga común se ha llamado “la luna de miel” con los gobiernos que se estrenan. Como, finalmente, como cualquier luna de miel, esa también tiene una fecha de término, esperemos que el nuevo régimen democrático pueda solventar, rápidamente, las eventuales fallas de rendimiento de gobierno. Pues no nos engañemos, más temprano que tarde, en el nuevo gobierno de transición aparecerá el debate político sobre el cumplimiento de las promesas ofrecidas. Este debate, surgirá no solo de los sobrevivientes de la dictadura, sino, también del sector opositor, el ya conocido y los nuevos sectores surgidos al calor de la “vuelta a la política”. Ese es uno de los retos del gobierno de transición: evitar una temprana crisis de legitimación de rendimiento. No es fácil.

Por lo menos lo positivo es que la semantización de la política que parece haberse interiorizado en la gente es que MCM y Democracia son una misma cosa. Eso dará tiempo, para consolidar la democracia. Ya, en 1959, Betancourt lo hizo con éxito.

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