Estudios indican que la generación Z, quienes tienen entre 18 y 26 años de edad, prosperan menos que los Millennials.
Temas como la violencia armada en los recintos escolares, el futuro, el ambiente y salario, o el dinero para vivir cómodamente son solo algunas de las preocupaciones que les acechan en el día a día. En particular, el ambiente y salario juegan un papel crucial en su bienestar.
La vida nunca antes había sido tan cara, o por lo menos en este siglo. Y los jóvenes, como uno de esos extractos sociales que normalmente sufren más, lo sienten y lo padecen considerablemente.
Hasta tal punto, que a veces se ven obligados a rechazar trabajos porque no se pueden permitir ir a ellos.
Incluso después de haber superado con éxito las entrevistas de selección, los altos costes iniciales suponen un gasto inadmisible.
Según una encuesta de la entidad caritativa británica The Prince’s Trust, realizada a más de 2.000 jóvenes británicos de entre 16 y 25 años, al menos uno de cada diez participantes se habían encontrado en esta precaria situación.
El transporte, la ropa adecuada o incluso la necesidad de un medio de transporte propio, como una bicicleta o un patinete, se han convertido en barreras insuperables para quienes ya viven en situaciones de precariedad económica. Esto muestra cómo el ambiente y salario afectan profundamente su vida diaria.
Estos costes, que pueden parecer triviales a primera vista, son en realidad una carga pesada para los jóvenes. Ellos deben elegir entre aceptar un empleo y enfrentarse a la incertidumbre financiera, o renunciar a la oportunidad de mejorar su situación profesional y personal.
Una situación que afecta a la salud mental y a las expectativas de futuro
El estudio, realizado como parte del Índice de Juventud NatWest 2024 por the Prince’s Trust, pone de manifiesto la profunda ansiedad que afecta a los jóvenes debido al ambiente y salario.
Más de la mitad de ellos temen no alcanzar nunca la seguridad financiera.
Una preocupación que se acentúa con la inflación, la dificultad de acceso a la propiedad y la sensación de que los salarios no siguen el ritmo del costo de vida. Este clima económico está alimentando un estrés generalizado que afecta a más de un tercio de los encuestados, sobre todo entre las mujeres.
El 60% de las jóvenes teme que el aumento del costo de la vida les impida alcanzar la estabilidad financiera.

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