La intervención militar con fines de protección humana es una medida excepcional y extraordinaria y para que esté justificada ha de existir, o ser inminente, un daño humano grave e irreparable”. Sobre la situación venezolana se han documentado violaciones graves de derechos humanos constitutivas de crímenes de lesa humanidad, que justificaría que por intermedio de esta acción se ponga fin y se evite grandes pérdidas de vidas humanas reales o previsibles con o sin intención genocida. Ha quedado demostrado en Informes de la Oficina del ACNUDH que estos hechos se han producido por la negligencia, incapacidad de acción y/o colapso del Estado venezolano, y por la acción deliberada de este.
Posibilidades razonables de una acción militar en Venezuela: Se justificaría en tanto y en cuanto haya posibilidades reales de resultar exitosa. Esta cuestión se relaciona con la finalidad de evitar, o detener las atrocidades que mantienen a la población civil venezolana en situación de sufrimiento. Se trata de proteger la vida humana, con lo cual sería injustificable que por medio de la acción militar se infrinja mayor sufrimiento a la población. «Habida cuenta de la incapacidad o falta de voluntad demostrada en ocasiones por el Consejo de Seguridad para desempeñar el papel que se espera de él, resulta difícil descartar por completo otros medios alternativos de cumplir con la responsabilidad de proteger si el Consejo de Seguridad rechaza expresamente una propuesta de intervención cuando estén en juego cuestiones humanitarias o de derechos humanos o si no examina dicha propuesta en un plazo razonable de tiempo”, por tanto, deben evaluarse otros medios alternativos como la Resolución Unión pro Paz AG 377 de 1950 de la AGNU, y el recurso a las organizaciones regionales que pueden emprender acciones colectivas.
El socialismo es agitación, y toda agitación de masas es irracional, no solamente en sus causas, sino también en sus exigencias y consecuencias. Ellos son los perpetradores de la metástasis social de las expectativas desbordadas, del todo vale y todo es posible, y de la negación de la historia para sustituirla por un fabulario de resentimientos, que convocan al presente para forzar a los incautos a la genuflexión buscando resarcir lo que supuestamente ocurrió, y que de muchas maneras fue superado. La agenda globalista, parida en las entrañas de la diabólica mentalidad socialista, encumbrada por resentidos con poder, y estimulada por un sicariato que se la tiene jurada a la tradición occidental, para desmembrarla y dar paso al mundo supersticioso de la ideología impuesta como dogma, que permite la servidumbre de los pueblos y el encumbramiento de una nueva clase de políticos, voraces de poder y muy indispuestos a respetar las reglas del juego democrático.
Vivimos una época de convulsiones con la agitación digital de las masas; la permisividad con la que se destruyen iglesias y monumentos; la inversión de valores; el uso de la fuerza para imponer convicciones insensatas; un discurso incendiario que promete una sociedad sin límites ni valores y una agenda que solamente destruye pero que no ofrece un cielo nuevo sino una época de ajusticiamientos históricos que solamente conducen al saqueo y a la ruina social. Detrás está la agenda de siempre: la del socialismo resentido que odia y que quiere desplazar lo que hay para imponer su vana comunidad totalitaria. Los casos como Venezuela, Cuba y Nicaragua dicen cuáles son los resultados. No hay socialismo que produzca algo diferente
Los gobiernos nunca serán mejores que los mercados, pero esa certeza tiene que combatir constantemente contra el mesianismo, la personalización del poder, y la tendencia natural del ser humano a confiar en las vanas promesas cuando ellas ofrecen la tierra prometida.
El compromiso del liderazgo político debe centrarse en reactivar y mantener un proyecto educativo centrado en el hombre libre y digno como gran proyecto del mundo. Para combatir la agenda globalista que se ceba en la ignorancia especificada que asola a los mejores. Necesitamos especialistas que no repudien a la filosofía. Necesitamos profesionales con conocimientos históricos no manoseados por la ideología. Necesitamos hombres y mujeres que pongan de relieve el valor de la vida y el sentido de trascendencia que siempre le hemos dado a la vida por nuestras convicciones espirituales.
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