Las mejores lecciones de política, las recoge la Sagrada Biblia. Sus páginas contienen profundas referencias de lo que con exactitud simboliza una doctrina política. Como ningún tratado pueda exponerla. Por apegado a la teoría política que pueda ser.
Una de las lecciones que más impacta, es la referida en el libro de Juan. En su capítulo 8, versículo 7. Trata el hecho cuando ante Jesús, fariseos y escribas, presentaron una mujer sorprendido en adulterio. La ley de Moisés ordenaba apedrearla.
En ese momento, Jesús se hallaba escribiendo el pecado de la mujer en el suelo para que el aire o el agua lo borrara. Así quedaría intacto su libre albedrío. Pero algo cansado por los avatares vividos, se incorporó para decir “quien no tenga pecado, que lance la primera piedra”. Quienes lo escucharon, sintiéndose aludidos, comenzaron a retirarse hasta que sólo quedaron la mujer y Jesús. Luego, “Jesús le dijo: mujer, ¿Dónde están todos? ¿Ninguno te ha condenado? Ella contestó: Ninguno, Señor. Jesús le dijo: Yo tampoco te condeno. Vete y no vuelvas a pecar”. Esta es una ejemplarizante lección de política.
A veces, se tiene el caso de que -siempre- se oculta o se calla algo. Y eso, se convierte en razón para críticas al voleo. Habida cuenta que la crítica tiende a deformar la verdad, aunque ésta no sea conocida por quien se aventura a criticar. Aún peor, sin siquiera reconocer haber podido cometer el mismo hecho u otro. Y así, se atreve a criticar. Es un problema que, a menudo, vive el ejercicio de la política.
Volviendo a la misma lección política que expone el caso bíblico, es importante atender lo siguiente. Dicha lección, da cuenta no sólo del perdón toda vez que envuelve la indulgencia o la tolerancia. También, de la honestidad de los asistentes a la reunión con Jesús. Todos eran pecadores. Y es fácil deducirlo al advertir que la muchedumbre se retira del lugar. Cada persona ahí presente, sintiéndose arrepentida, decide abandonar el lugar. En ello hay una demostración de honestidad. Del mismo modo, debe reconocerse que la vergüenza también jugó su parte.
Dos razones que poco permiten examinar las dificultades que, en el ámbito de la política, se topan quienes transitan sus escabrosos y serpentinos caminos. Poco saben de los problemas que se viven para mantener el equilibrio necesario que lleva a recorrer las realidades entre dos flujos de intempestivas corrientes: la honestidad y la vergüenza.
De ahí que no es absolutamente posible evadir la incertidumbre que marca las vacíos e indefiniciones de la vida. Sobre todo, cuando se avanza con el temor de sentirse bajo sospecha de controversias. O al verse acusado o repudiado.
Entendido lo arriba explicado, no valen razones para exculpar al ejercicio de la política, en cualquiera de sus entornos operativos, de sus errores. Bien, porque fueran omitidos, cometidos, notados o declarados. Aun cuando en medio de esta discusión, podría adquirir sentido aquella excusa que reza: “Errar es humano”(Errare humanum est) de lo cual no hay duda. Más, por cuanto es intrínseco de la naturaleza humana equivocarse. El problema estriba en que no siempre logra aprenderse de los errores para entonces evitar repetirlos.
Aún así, este aforismo poco o nada funciona para justificar errores seguidos o acostumbrados. Ni siquiera por aquello que dice que “el hombre es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra”. Mítica frase que mejor calza con nimias o fatuas excusas para encubrir el cinismo mirado como argumento para esquivar responsabilidades.
Una óptica desde ejercicio de la política
Aunque vista dicha situación con agudeza política, no es difícil inferir que en el ejercicio de la política son muchas las trabas y trampas que llevan a tropezarse repetidas veces (con la misma piedra). Sin que por ello se aprenda de los errores.
Este problema podría aclararse, considerando la tentación del ser humano de someter sus decisiones ante las emociones. Ellas al fin de cuentas, apartadas de la razón. Y como la política no se alinea exactamente con las razones, pues se suscitan conflictos internos. Conflictos que desvían decisiones y conducen a errores. Algunos irreparables. Y en política, estos configuran el terreno donde todo se hunde sin salida posible. O de difícil escapada.
En el fragor de tan horrenda situación, ha venido incurriendo la política. Indistintamente, de si es de “derecha” o de “izquierda”. Lo cierto es que por tan difícil sendero, corre la política a paso vacilante. Indiferentemente de si su recorrido está viciado, contaminado o es al arbitrio del operador político. Es decir como va viniendo, va viéndose.
La diferencia que en esta situación se advierte, descansa en la ventaja que tiene el actor que detenta el poder político. Los errores cometidos por este actor o factor político, pueden solaparse o disimulare como resultado del manejo impositivo del poder. Sobre todo, si es autoritario o totalitario.
Es lo que en teoría política se designa como “efecto de rebote”. Esto igual se explica al considerar que para quien se arroga el poder, la política no es más que la búsqueda de los errores cometidos por el otro. Pues sobre los errores del contrario, el primero construye sus defensas. Y hasta justifica sus “laureles de triunfo”. Aunque sea pírrico.
Pero sin duda que los errores de la oposición, son más notados. No sólo porque su gestión se advierte más a prisa. Sino que por descarte o aproximación, sus errores trascienden las realidades antes que los del bando contrario.
Pero esos errores son variados en cuanto a sus consecuencias, notoriedades, magnitudes, sentidos y direcciones. Así son los errores de la oposición. Aunque pareciera que los de la oposición (venezolana) resultan de más inmediato efecto. Debido a que el régimen se vale de tramoyas, conspiraciones y trapisondas para hacer que los mismos redunden a su favor. O porque así, presume estar aplastando con más insistencia la labor política de la oposición. Sin cuidar que el destino o las coyunturas no les devuelva los efectos, cual conjuro mal preparado.
De toda forma, sus mayores errores van desde la precaria formación política de muchos de sus dirigentes, hasta decisiones que se toman al margen de consideraciones que deben tocar la idiosincrasia del venezolano en todas sus manifestaciones. Es como decir, que muchos de sus errores son causados por la soberbia, la intriga, el sectarismo, el desconocimiento de las realidades, la obcecación, la vanidad, la obstinación, el resentimiento, el odio, el egoísmo, entre muchas otras razones que van en el mismo saco de los pecados capitales.
Sería imposible sospechar cuántos errores cometidos por la oposición venezolana, han determinado los errores cometidos por el régimen opresor actual. Por un régimen que al usurpar funciones, sometió a los venezolanos hasta acostumbrarlos a la miseria que hoy los mantiene resignados. También maniatados y amordazados De manera que ya nadie podría reconocer, ni tampoco contar: los errores de la oposición (venezolana).
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