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Opinión

Expectativas castradas Por Antonio José Monagas

(Microanálisis de la economía en 2023)

Mientras siga desconociéndose el alcance de la economía como razón de vida social y política, incluso histórica, el desarrollo de las naciones será un nudo bastante difícil de desatar.

Es tal su importancia y papel regulador del crecimiento nacional, que se habla del “economic homo” (hombre económico). Tan válida caracterización  da cuenta que la vida del ser humano al margen de la economía, sería como vivir sin la capacidad necesaria para discernir entre una amenaza, entendida como inminente peligro para la subsistencia humana, y el resguardo visto como el bastidor capaz de contener cualquier peligro que se precipite contra la humanidad. La misma importancia, recae sobre el “homo políticus” (hombre político) en el respectivo contexto.

Así como hay razones que suponen el desarrollo económico, igualmente existen causas que actúan como elementos de riesgo. Con la fuerza suficiente para provocar la contingencia capaz de desgraciar la vida del hombre en sociedad. Sin embargo, no es secreto que la vida está atestada de esas causas que, por importunas y atosigantes, tienden a desfigurar toda ideario que pretenda alcanzar la estabilidad y afianzamiento del ser humano en términos de sus necesidades de crecimiento y progreso.

Así que todo fracaso del sistema político que haya invocado la prosperidad y el bienestar de la sociedad como principio político y jurídico a reivindicar, afecta directamente el desequilibrio del sistema económico correspondiente. Esta situación, genera serios problemas que, indiscutiblemente, trastornan toda posibilidad de ordenar y acelerar la economía de una nación.

El caso Venezuela

El caso Venezuela, es patético. El juego económico, por ahora, está trancado. Y sin que el pesimismo haga lo suyo, las realidades son agoreras. Y así podrían continuar, de mantenerse la obstinación que caracteriza al régimen dado su hermetismo y coerción en lo económico, particularmente.

Este microanálisis, no podía haber comenzado describiendo otra situación que no fuera la que ha venido observándose. A pesar de los cambios, por demás menguados, que se han procurado sin que algún resultado consistente haya podido advertirse de modo consecuente.

La transferencia de la culpa entre actores de la economía, ha sido una razón para aludir al problema que pende sobre el panorama económico que proyecta 2023. Aun cuando las promesas de revertir las dificultades que engorronan la dinámica económica, numerosas han sido las promesas que apuestan a saldar las causales de la susodicha crisis económica que pesa sobre el país. Pero las realidades, repiten los mismos escenarios lúgubres por donde sean considerados.

Las expectativas en torno a la recuperación económica de Venezuela, se han caído tan vertiginosamente como la política comienza a trastabillar en su pesado recorrido por los intersticios que quedan abiertos de tiempos anteriores.

Podría decirse que algunos esfuerzos en dicho sentido, pudieran mostrar algún resultado. Aunque podrían ser efímeros a consecuencia del manejo improvisado de las decisiones tomadas sin la debida elaboración de las mismas.

Si algo ha confundido expectativas aducidas equivocadamente, con base en ilusas cuentas e inventadas proyecciones, ha sido la dinámica de consumo. Un consumo cuya movilidad se ha establecido sobre el cimiento del dólar. Y ahí está la razón del bamboleo que padece la economía nacional: muchos análisis no terminan de precisar las causas de tales fluctuaciones. Estas, afincadas en burdas declaraciones vacías de contenido. Además, politizadas.

Es acá cuando la inflación, entendida como razón de afianzamiento de la relación oferta-demanda, abandona su capacidad para actuar como moderador del desarrollo económico. Ahí, es cuando la inflación se desboca en su carrera por situarse en una ecuánime posición. No obstante, al desmandarse desarregla su visión u horizonte trazado. Termina excediendo el recorrido perturbando todo a su paso.

Las instituciones públicas se ven envueltas en los problemas que la inflación acarrea. Y esa posibilidad, no ha dejado de rozar la economía en su proceso de reacomodo de los factores de producción. Los precios, el empleo, los salarios, las pensiones, se desploman ante el asomo de una divisa que obstruye el respeto hacia la moneda constitucionalmente establecida: el bolívar (cualquiera sea su apellido)

Cualquier esperanza de normalizarse la economía nacional en 2023, podría fungir cual mera ilusión o fantasía propia de promesa de fin de año. Sobre todo, si quien la declara como medida a ser emprendida, apoyada por la movilidad de una economía internacional “boyante y amigable”, poco o ninguna previsión maneja en torno a la incidencia de variables económicas de aleatorio comportamiento. O la adopción de alguna medida coyuntural de política financiera o administrativa que juega al azar su consecución.

Así que cualquier pronóstico económico apuntado con base en las recurrencias que resiste el país político y económico, corre el riesgo de verse imbuido en las circunstancias que atrapan al desarrollo económico y al discurrir político nacional. Factores estos que, en el contexto de las oscilaciones características del régimen político venezolano, constreñido por restricciones foráneas, pudiera desbalancearse del punto de equilibrio determinado a instancia de esperanzas, necesidades, formalidades y exigencias.

Podría pensarse nuevamente que el país, volvería a verse sumido en un cuadro de imprecisiones sólo capaz de ser superadas por consistencias de todo tenor. Lo contrario, sería situarse ante un escenario de expectativas castradas.

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