El chavismo, lejos de ser sólo una estructura partidista (PSUV), es un movimiento político de claro raigambre social. Un pueblo vivo y dinámico que también padece en carne propia la brutal crisis que asola al país, en todos los órdenes, esto es: en lo político, social, económico, pero de sobremanera en la órbita de lo ético; cuestión que ahora se ve agudizada por la pandemia COVID-19, pues tal emergencia sanitaria nos toma a los venezolanos sin ningún tipo cohesión social ni espíritu colectivo. La crisis ha mellado tanto nuestros huesos que pareciese situarnos –desde hace rato– en el escenario del «sálvese quien pueda»; es lo que sucede cuando la barbarie desplaza a la civilización.
Frente a este circunstancial: sobran los dedos acusadores, que desean mayores sufrimientos, dolor y castigo para ese sector de la sociedad venezolana, el chavismo, atribuyéndose –los que imputan y azuzan retaliaciones– la lucha democrática, obviando que dicha actitud purista aleja toda posibilidad de rescatar el estado de derecho y la libertad en Venezuela, y en el fondo, no es más que la negación de la democracia. Ello así, porque la historia toda (de nuestras ya no tan jóvenes repúblicas) ha demostrado que la libertad no puede instaurarse a costa de la aniquilación del otro, del que piensa distinto, sino que la conquista y la preservación de las libertades democráticas pasa por el reconocimiento y la inclusión de todo el cuerpo social; de lo contrario, sería la imperfección política enrostrada como “triunfo”, pero que se desmoronaría bruscamente al carecer sus cimientos de unidad nacional.
De allí que sea urgente no negar la existencia del chavismo en tanto parte de la sociedad venezolana, porque tal movimiento político supone reivindicaciones a las luchas históricas de nuestro gentilicio, que fueron negadas en los tiempos en que gobernaron de espalda a las clases populares AD Y COPEI, cogollos partidistas que hoy en día intentan desdibujar la realidad contemporánea, argumentando que consolidaron exitosas gestiones de gobiernos, lo cual queda puesto al desnudo por el quiebre histórico que implicó Hugo Chávez y los sucesos del 4 de febrero de 1992, que lo llevaron a alcanzar el poder 6 años después. Así fue como se quebró la lógica del bipartidismo que se repartía el país, a expensas de las clases populares, negándose la participación que luego encontraron en el advenimiento del chavismo. Bajo este contexto de desidia nacional emergió el PSUV, como ese catalizador de las demandas sociales –que durante 40 largos años– resultaron vapuleadas por las cúpulas bipartidistas. Es decir, sin ese caldo de cultivo el chavismo no se hubiese gestado como una suerte de animadversión hacia los partidos tradicionales de oposición y a cualquier lucha fuera de sus filas, que intente el rescate de la libertad democrática del país, sin dudas el chavismo en sus inicios, le dio voz a quienes habían sido silenciados, y visibilizó a quienes hasta ese momento eran invisibles.
Ahora bien, ese pueblo que todavía se resigna al PSUV, en particular, y al chavismo, en lo general, acaso: ¿no sufre? ¿no ansía una salida clara para el país? La respuesta con certeza es afirmativa. Y es que la fundación del PSUV, pasó por un momento estelar de encuentros sociales, donde fuimos con ánimo, a conformar circunscripciones políticas, circuitos regionales, contando con una alta participación política, siendo que no hubo un estado del país que no recorriéramos los que tuvimos la responsabilidad de ser delegados regionales para la elaboración de estatutos, bases programáticas y la declaración de principios del naciente PSUV; más de un año pasó, dado que fue una tarea titánica llevada a cabo por cerca de 700 delegados, quienes terminamos firmando el acta fundacional y haciendo la respectiva modificación ante el organismo electoral, para la participación política y democrática. Sin embargo, mientras eso iba por un lado con altos componentes de participación social, debates, acuerdos…, no es menos cierto que el sistema de gobierno iba por otros rumbos, desembocando finalmente en la actual estafa de dimensiones inconmensurables, que no es otra cosa que el madurismo. Condición que llevó a la separación, al quiebre ético de quienes formamos esa estructura, desde las bases sociales, y de alguna manera llegamos a posiciones relevantes en cuanto a responsabilidad en el país, como en mi caso; diputado a la Asamblea Nacional, y algunos otros compañeros, a otras instancias de la administración pública y de la propia estructura política del otrora partido, quedando una estructura vacía, sin apoyo de conciencia, sin tejido social organizado, sin fuerza popular.
Así las cosas, el PSUV fue y sigue siendo un engaño, quienes desde allí venimos gallardamente debemos colocar la situación en su justa dimensión, y partiendo de esa verdad sumarnos sin complejos al rescate de la libertad, tanta verdad hay; que el PSUV de hoy es la negación de los orígenes del chavismo y el significado de esas luchas. El desplome de las estructuras políticas, económicas y sociales, y antes del acervo ético republicano, en nuestro país no tiene precedentes. No estoy negando los errores de los períodos de gobiernos anteriores, por cuanto no son saltos atrás lo que debemos analizar y/o asumir, sino se trata más bien de superar la etapa de oscurantismo, superar la 4ta y la 5ta república por fracasadas políticas, e ir a la conformación de un país para todos, de unidad nacional, convocado bajo el espíritu de la reconstrucción patria, donde se conjure de una vez por todas la gangrena de la corrupción, que nos desborda en la hora actual y que conllevo a la quiebra de la industria petrolera venezolana, por ejemplo, o de las industrias básicas de Guayana, aunándose las expropiaciones, las concesiones de nuestro territorio a grupos irregulares, entiéndase: FARC-ELN-HEZBOLLAH, entre otros, pérdida de soberanía, el saqueo del arco minero, la violencia desatada, la conformación de colectivos armados para la defensa del proyecto político, la violación de los Derechos Humanos de forma sistemática, las detenciones arbitrarias por motivos políticos de civiles y militares, desprestigio de las FANB, híper inflación, desabastecimiento de combustible, la violación- desvalorización y humillación de la mujer como factor predominante de la sociedad venezolana, la diáspora de más de 5 millones de venezolanos; todo ello son contundentes hallazgos que hablan de la distorsión primordial del proyecto chavista, que en nada tiene que ver con personalizarlo en la imagen de Hugo Chávez, pues este abrevó en el ideario de Simón Bolívar, Ezequiel Zamora, Simón Rodríguez. Siempre, entonces, aterrizaremos en un mismo punto: el chavismo, y cuánto más el madurismo, es un fracaso y una estafa al pueblo que creyó y confió con enorme nobleza, ese proyecto que entusiasmó a millones de venezolanos, progresivamente fuimos traicionados, fundamentalmente por la influencia cubana, que son otra estafa abismal, a la izquierda mundial, en su concepción de revolución, convirtiendo a Venezuela en una copia del sistema que oprime desde hace décadas al pueblo cubano, logrando instaurar una dictadura que se nutre horrendamente de la violación de la constitución y de los Derechos Humanos, pero ahora, la dirigencia política seria y comprometida con el tiempo histórico, debemos reivindicar las hondas lastimaduras de bravo pueblo venezolano.
Para tal fin, se determina el nudo grueso del asunto: la reconciliación de la sociedad, el encuentro, el perdón, que nada tiene que ver con impunidad, toda vez que los delitos cometidos por los falsos lideres, hoy figuras del régimen, que han ejercido el poder con brazo de hierro, violando toda norma y los Derechos Humanos, deben ser juzgados y sancionados por un sistema de justicia probo, imparcial, sin sesgos partidistas. Por otro lado, el sector más radical de lado y lado, debe desmotar sus nichos y acuartelamientos y reconocer a la otra fuerza, que también padece –quizás en mayores proporciones– el deterioro y la pérdida del poder adquisitivo; al final de cuentas, a todos nos ha tocado vivir «una temporada en el infierno», de la que únicamente saldremos si juntamos fuerzas para combatir a este régimen opresor que como victimas nos iguala.
Asimismo, el pueblo chavista en su conjunto y diversidad, debe entender que no se trata hoy de Juan Guaido, o de Leopoldo López, de Voluntad Popular, Acción Democrática, y los demás líderes y partidos de oposición, puesto que debe unirnos son las ganas de recuperar el país, y construir un sistema verdaderamente democrático, pleno en sus libertades, con una lucha profunda contra la corrupción venga de donde venga, sin hechos solapados, por conveniencias partidistas, que de allí se devenga una carga profunda para poder combatir la pobreza que nos inunda en todos los espacios y niveles de la sociedad venezolana, con una real separación de poderes, e ir a la arena política, prever e impulsar oportunidades, mientras que las diferencias son saneadas con métodos democráticos, mas no violentando al adversario, ni criminalizando las disidencias políticas como lo hace la tiranía de Nicolás Maduro y su acólitos.
El método para la inclusión ya está establecido: una participación clara de todos los componentes de la sociedad venezolana, con distintas posiciones ideológicas, constituyéndose un gobierno de emergencia nacional que viabilice la transición política en el país. Serían pasos agigantados para salir del trauma social, que nos ha generado costos inimaginables, que tendrán sin dudas efectos sobre la sociedad venezolana futura. Los venezolanos debemos reconocernos e iniciar la construcción de otro país, uno distinto, pero solo posible si nos conectamos todas las fuerzas en este uniforme propósito. Únicamente así, la transición será real, inevitable y avanzará sin traumas.
Como corolario de estas reflexiones, digo: la dictadura de Nicolás Maduro, posee en este justo momento la mayor presión, el país está quebrado, sin apoyo social determinante, sin apoyo militar, las FANB son un hervidero, el alza del dólar nos deja sin aliento, la presión internacional es la mayor de la historia; así y todo la protesta social debe unirnos en la conquista de los espacios políticos, a sabiendas de que sólo hay un responsable del desastre, de las muertes, de la crisis política, Nicolás Maduro. Sólo saliendo de él encontraremos la paz.
Todo el pueblo venezolano debe unirse de cara al gobierno de emergencia y unidad nacional, allí inicia la oportunidad de conquistar un futuro verdaderamente glorioso para las generaciones de ahora y venideras.
Es la construcción de la nueva Venezuela la que ahora nos jugamos, el reto es significativo, y se lograra con hombres y mujeres grandes, que deseen apartar todos los rencores y ambiciones de sus almas, para abrir brecha franca, real, al mundo de las posibilidades, al mundo de la libertad y de la democracia.
@jufraga12.
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