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La abstención, la participación electoral y el mito Sísifo Por el Sociólogo Ender Arenas Barrios

Ya, Uds. conocen el mito de Sísifo, el personaje de la mitología griega que fue condenado para toda la eternidad a empujar una enorme roca hasta la cima de una montaña. Cuando está a punto de alcanzar la cima, la enorme piedra cae una y otra vez hasta el fondo del valle. De nuevo, Sísifo debe regresar, recogerla y volver a empujarla hasta la cumbre. Esto se repite indefinidamente.

Claro, sin la maestría de Camus, bueno eso ni se dice. Lo utilizo como metáfora no para dar cuenta de lo absurdo de la vida, sino para dar cuenta de la práctica reiterada de la oposición venezolana. Este debate se repite en cada proceso electoral, preguntando si votar o no votar, si abstenerse o participar.

Pensaba que ya estaba bueno de escribir sobre el mismo tema. Pero me encontré con una nota de Luis Vicente León en Instagram. En ella vuelve a plantear la problemática de la abstención haciéndola pasar por quietismo y pasividad.

Y, al igual que acreditados opinadores y analistas, nos plantea lo que algunos llaman “la brega de la eternidad”. Esta se expresa en el mantra que está en boca de algunos líderes opositores, analistas, opinadores, entre estos, Capriles, Tomás Guanipa y Luis Vicente León. Solo menciono a los que más ruido hacen: “Tienes que votar, porque, no puedes abandonar los espacios que has conquistado. Esto es, no puedes abandonar tu estado, tu municipio, tu barrio, dejándoselos a la minoría”. Y, cuando alguien les pregunta: “¿Y si nos vuelven a robar las elecciones?”. Responden: “Pues, volveremos a votar. Y si nos vuelven a robar, volveremos a votar”. Esto es lo que llamamos “la brega de la eternidad”.

 Las respuestas vienen aderezadas, subrayando el carácter minoritario del chavismo madurista.

En este sentido y, ante todo, quiero aclarar esto de “la naturaleza minoritaria del chavismo de Maduro”.

 Efectivamente ellos son una minoría, qué duda cabe, pero no cualquier minoría.

El chavismo (y el chavismo madurista) es una “minoría consistente” (Moscovici). Al tener en sus manos todo el poder del Estado, ha modificado las normas mayoritarias que nos gobernaron por más de cuarenta años. Ha refundado normas y reglas, efectivamente minoritarias, pero las ha impuesto como si fueran reglas y normas mayoritarias. Por ejemplo, la reelección indefinida o la convocatoria a elecciones sin la más absoluta garantía de competitividad y transparencia.

No nos equivoquemos, esa minoría ha sido consistente. Ha logrado, en el caso que nos ocupa, la conformidad de algunos sectores de la oposición organizados dentro de la Plataforma Unitaria con capacidad de convocatoria en sectores sociales de regiones importantes. Esto es, una manera efectiva, de resolver el conflicto abierto por el fraude cometido el 28 de julio. Participan en las elecciones del 25 de mayo y legitiman la situación de crisis que el fraude electoral ha generado.

Volvamos a nuestra metáfora, preguntándonos, ¿Cuántas veces nos hemos abstenido de votar y en cuantas hemos decidido participar y votar?

Se han producido, en tiempos chavistas, 35 elecciones desde 1998 (6 presidenciales, 6 legislativas, 8 regionales, 7 municipales, 2 para Asambleas Constituyentes, 6 referendos) hasta hoy. Me referiré a las elecciones presidenciales y parlamentarias.

Las elecciones regionales y locales han sido percibidas históricamente como de menor envergadura. A pesar de la “cercanía” entre esas instancias de gobierno y el ciudadano, el venezolano nunca se ha sentido muy conectado con este tipo de elecciones. No han tenido la enorme vocación democrática que algunos le hemos atribuido. Por esto, siempre se han considerado menores.

Esta cuestión pudo haber cambiado con la emergencia del liderazgo de María Corina Machado. Ella ha recuperado la emocionalidad y el mesianismo que a finales de los noventa y hasta la primera década del 2000 despertó Chávez.

La oposición ha llamado a la abstención en las elecciones a la Asamblea Nacional en 2005. Ese año es el referencial de los sectores que llaman a votar, porque al no hacerlo se dejó el control de la Asamblea Nacional en manos del chavismo (75% de abstención). También, se abstuvo en las presidenciales de 2018 (53% de abstención) y parlamentarias de 2020 (69.5% de abstención).

Se ha participado en las presidenciales de 2006, en el Referendo Constitucional de 2007, en el Referendo Aprobatorio de 2009, en las presidenciales de 2012 y 2013, en las Parlamentarias de 2015, y en las presidenciales de 2024.

El caso es que absteniéndose o participando, los resultados, de una manera u otra, son los mismos. El chavismo, con el control de los aparatos de poder autoritario, ha cambiado los resultados que los ciudadanos se han dado. Cuando sus intereses y su permanencia en el poder corren peligro, lo cambian. Entre otras cosas, por esta razón, es una dictadura.

De esta manera, en cada ocasión sobrevenida, hemos tenido que bajar hasta el “fondo del valle”. Recoger las frustraciones, las emociones y los recelos, tratar de volver a juntar lo fragmentado y volver a subir.

Las veces que hemos alcanzado la cima, igual que Sísifo, tenemos que emprender de nuevo el mismo camino de siempre.

Ahora, otra vez, los mismos de siempre (alguna vez, yo también estuve allí) llaman a la participación. Dicen que abstenerse es inhibir su propia fuerza, es quedarse quieto y ser pasivo. Estas son las palabras más o menos de Luis Vicente León en Instagram. De él no sorprenden, lo que sí es una sorpresa (y creo que lo hace de manera oportunista), es confundir el proceso de elección del 25 de mayo con el proceso electoral en torno al llamado de reforma Constitucional que propone el régimen. LVL, sabe que una cosa son los gatos y otras son los tigres, pero él los asume como un mismo proceso.

¿Cómo superar el mito de Sísifo? Lo he propuesto la semana pasada y la anterior. En este caso, converjo con Alberto Rial. Al régimen de Maduro hay que empujarlo a través de una alternativa real de fuerza. Pero, aquí, me distancio de Rial. No en una negociación con la FAN. Obviamente incluirla es importante, pero debemos insistir que solo la movilización ciudadana es la base para la liberación de la dictadura.

El llamado a la abstención debe estar acompañado por lo que podríamos llamar una “sublevación multitudinaria”. Tal como se experimentó en abril de 2002, con una dirección política más lucida y de naturaleza civil con la FAN como acompañante. Pero descartando su papel de tutor del proceso de transición democrática.

No tengo mejor nombre que darle que ese: “Sublevación multitudinaria”. No es la primera en la historia de la humanidad, no será tampoco la última. Pero estoy seguro que innovando, proponiendo nuevas maneras de lucha y de resignificar la lucha política, pudiéramos evitar eso que hemos llamado “la brega de la eternidad”.

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