CaigaQuienCaiga.net

#NoticiaOpiniónPolítica

Las dos oposiciones están de acuerdo Por Humberto González Briceño

En Venezuela no hay condiciones para participar en las elecciones municipales del 27 de julio de 2025.

Esa frase, que algunos repiten con resignación y otros con fanatismo, encierra una verdad más incómoda: No sólo no hay condiciones, sino que nadie parece dispuesto a crearlas.

Ni el régimen, que juega con ventaja y se sabe invicto en su tablero; ni la oposición, que ha terminado por aceptar las reglas del juego… para luego negarse a jugarlo.

Durante años se ha dicho que el chavismo está al borde del colapso, que “ya no le queda nada”, que “se sostiene con alfileres”, que “boquea”. La narrativa se repite —cíclica, inofensiva, desgastada— mientras el régimen sortea sanciones, esquiva bloqueos y aprende a operar en un mercado internacional paralelo.

Venezuela hoy no es la de 2018.

No porque se haya arreglado, sino porque el chavismo aprendió a sobrevivir en ruinas. Y mientras eso ocurre, la oposición se repite a sí mismo su acto de fe: Si no hay condiciones ideales, entonces no se participa.

Pero esta vez, la abstención tiene un nuevo barniz: No es protesta, sino derrota asumida.

Quienes llaman a no votar no lo hacen como parte de una estrategia de presión, sino como resultado de una capitulación táctica. No se vota porque no hay garantías —lo cual es cierto—, pero tampoco se lucha para imponerlas.

Se renuncia a los espacios sin presentar batalla, con el argumento —tan cómodo como falso— de que la comunidad internacional vendrá, en algún momento, a resolver el problema.

Esta visión —que se ha vuelto hegemónica en ciertos sectores opositores— parte de una falacia fundamental: que las luchas políticas sólo son válidas si las condiciones son perfectas. Es el realismo mágico convertido en doctrina política.

Pero las condiciones no caen del cielo. Se construyen. Y para construirlas hace falta algo que escasea: trabajo político, organización, presencia territorial, narrativa conectada con la vida cotidiana.

Mientras se desprecia lo local, el chavismo se hace fuerte en lo inmediato: comunidades, alcaldías, espacios donde aún se decide quién barre la plaza, quién gestiona el agua o el mercado.

En la política real, esos detalles importan. En la épica abstencionista, son irrelevantes.

Abstenerse no evitará que el 28 de julio amanezcamos con un mapa más rojo que nunca. Tampoco impedirá que el régimen proclame su legitimidad con cifras manipuladas y municipios conquistados sin resistencia.

No participar no lo debilita; lo libera. Y aunque algunos quieran vestir esa renuncia con ropajes de dignidad, el resultado práctico es el mismo: el chavismo gana de una forma o de otra.

Ahora bien, no se trata de invalidar el gesto de abstenerse per se. Puede ser legítimo, incluso razonable, rechazar una elección sin garantías. El problema no es abstenerse.

El problema —el más grave de todos— es no tener la menor idea de qué hacer al día siguiente. Es exactamente lo que ocurrió el 28 de julio de 2024:

Se proclamó una victoria moral sin plan post-electoral, sin capacidad de presión. Y ahora se repite la escena. Se repudia el evento electoral, pero se deja el tablero vacío, sin una estrategia que articule poder ciudadano, presión interna o alianzas efectivas. El día después es siempre un salto al vacío.

Quienes proponen votar este 27J y quienes como María Corina Machado ahora regresan a la abstención comparten una vergonzosa coincidencia: Tanto una como la otra tesis están inscritas en el más riguroso acatamiento de la legalidad chavista derivada de la infame Constitución de 1999.

Mientras esas dos alas de la oposición continúan guindando de la misma legalidad será imposible ver resultados distintos a los acumulados en estos últimos 25 años de fracasos. 

@humbertotweets

Comment here