La presidenta electa tendrá que enviar señales de su estilo propio para gobernar y de que puede llegar a ser tan poderosa para tomar las decisiones que demanda el país
México acaba de elegir a una presidenta por primera vez en su larga historia política.
Claudia Sheinbaum asumirá el máximo cargo con el orgullo de ser la primera mujer que ocupará la silla presidencial, pero el peso que implica colgarse esa medalla será mucho mayor ante el dilema de demostrar.
Por un lado, lealtad al interior del partido que le allanó un camino fácil hacia la Presidencia y, por otro, probarse ante los ojos de quienes esperan ver revelada su visión como gobernante, pese a que ha prometido continuidad al proyecto de su mentor y padre político, el presidente Andrés Manuel López Obrador.
La virtual ganadora aventajó en la elección del 2 de junio con entre 58,3% y 60,7% de los votos, de acuerdo con el Conteo Rápido del Instituto Nacional Electoral (INE). Durante el cierre de las campañas electorales de 90 días mantuvo una distancia de 25 puntos porcentuales sobre la candidata de la oposición, Xóchitl Gálvez, de acuerdo con el Barómetro Bloomberg.
Esto demostró que el poder que ostenta López Obrador sirvió para que fuera fuertemente cobijada por los seguidores de Morena, el movimiento civil que gestó en 2011 y que terminó convirtiéndose en el partido político que lo llevó finalmente al poder en 2018, tras dos intentos fallidos en el pasado.
Tomado de Bloomberglinea.com
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