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Nuevo escándalo en la Corona Española

Porque, como escribió Kierkegaard, “en ningún caso la infidelidad es más innoble que en el amor”, España fue sacudida por una revelación perturbadora.

Si todo lo que se dice es cierto, Leticia Ortiz ingresaría al capítulo de las esposas infieles de reyes europeos.

En esa lista se destaca, rutilante, la zarina del siglo 18 que tuvo infinidad de amantes a espaldas de su esposo, el pusilánime Pedro III, al que finalmente derrocó con un golpe palaciego para convertirse en Catalina II.

La emperatriz que amplió el mapa de Rusia y por cuya alcoba pasó, entre tantos otros, el príncipe Potemkim, jefe militar que triunfó en la Guerra Ruso-Turca llevando las fronteras del imperio hasta el río Dniéper y conquistando desde Kabardia hasta Crimea.

Catalina la Grande, quien batió récord de infidelidades durante los ochos años que tardó su marido en consumar el matrimonio, es el caso más resonante. Pero la lista es larguísima e incluye casos menos espectaculares.

En el siglo 19 trascendieron los adulterios de María de Rumania al rey Fernando.

Mariana de Países Bajos engañaba asiduamente al rey Alberto de Prusia, su primo hermano y consorte en un matrimonio fallido.

Y también hay casos más recientes, como el de Paola de Bélgica, quien tuvo la rara sinceridad de confesar en un documental que difundió la televisión holandesa, sus infidelidades al rey Alberto II.

Menos discreto aún fueron las justificadas infidelidades de Diana Spenser mientras su marido Carlos, el príncipe de Gales, la relegaba por su relación con Camila Parker Bowles, su actual esposa y reina consorte de los británicos.

Los casos que van desde la primera mitad del siglo 20 hacia atrás escandalizaban mucho menos porque se trataba de matrimonios acordados entre casas reales o entre estados, siempre por razones políticas, geopolíticas o económicas.

Pero desde que la racionalidad avanzó sobre esa institución anacrónica y sin sustento lógico, haciendo que el amor deba ser la razón principal del vínculo, lo que abrió a la puerta de las casas reales a plebeyos y plebeyas, las infidelidades impactaron negativamente en la imagen de las realezas.

El tema que estalló en la portada de los diarios españoles sacudiendo la monarquía borbónica y el escenario político, desapareció de los medios en un santiamén.

Sin embargo, la discreción que la prensa asumió no hizo que desapareciera del conocimiento público una revelación escabrosa que daña la imagen de la corona española:

La reina Leticia habría sido infiel al rey Felipe VI. Para colmo, la relación secreta habría sido con Jaime de Burgo, ex marido de Telma Ortiz, la hermana de la reina consorte.

La versión fue difundida por el propio protagonista de esta supuesta relación escandalosa. Jaime de Burgo publicó en sus redes una selfie de Leticia frente al espejo de un baño, con un mensaje amoroso para él.

En rigor, lo único que puede darse por cierto es que el ex cuñado de la reina es un personaje deleznable que, por alguna oscura razón, echó a correr una historia con pocos elementos para probar su veracidad.

Al fin de cuentas, basta que diga “esto pasó” para que la sospecha se instale en la sociedad. Una sospecha corrosiva sobre una institución obligada a justificarse con la ejemplaridad y la transparencia.

Sobre todo en estas décadas en la que el mapa de España está rasgado por el sentimiento antiborbónico y antimonárquico que crece en varias comunidades autonómicas. 

Sea cierta o no la versión que sacudió a España, la pregunta es por qué Jaime de Burgo cometió esa traición a su supuesta ex amante.

¿Dolido por alguna razón? ¿o por dinero que alguien pagó para que hiciera correr ese rumor?

Federico Jiménez Losanto, un periodista con fuentes importantes en las cercanías del rey emérito, aseguró que el escándalo fue precisamente una jugada lucubrada en el entorno de Juan Carlos de Borbón con el objetivo de dañar a la reina Leticia, a quien jamás quiso y siempre consideró “el enemigo interno de la familia real”.

Juan Carlos© Proporcionado por Noticias

Según quienes afirman que el rumor salió del entorno del rey emérito, la intención de Juan Carlos sería más oscura: dañar la imagen de su hijo, el actual rey Felipe VI.

¿La razón de algo tan abyecto? Está dolido con él porque lo forzó a salir del país y radicarse en Medio Oriente, además de marginarlo de eventos institucionales relevantes, como la jura de la Constitución que hizo su nieta.

En ese acto, realizado el 31 de octubre en el Parlamento, la princesa Leonor se consagró “heredera de pleno derecho al trono” que ocupa su padre y antes ocupó su abuelo.

La versión que se hizo pública podría deslegitimar la posición de Leticia Ortiz y debilitar la imagen de Felipe VI.

El impacto sería más demoledor sobre la institución real, jaqueada por el republicanismo independentista que amenaza el mapa de España.

La razón por la que impactaría en toda la casa real es que haya sido el propio Juan Carlos quien lanzara esta bomba, quizá sobornando a Jaime de Burgo, o bien para que revelara una verdad y bien para que difundiera una infamia.

Felipe y Letizia© Proporcionado por Noticias

Si ese fuese el caso, el rey emérito habrá agregado una mancha más entre las tantas que enlodaron la vigorosa imagen que tuvo el comienzo de su reinado. A pesar de haber sido impuesto por el dictador Francisco Franco, Juan Carlos de Borbón legitimó su trono abriendo paso a la democracia.

Aquella legitimidad fue destruida por una vejez patética, en la que se revelaron cobros millonarios por negociados internacionales, una fortuna oculta y turbia, la foto junto a un elefante cazado en un safari realizado a espaldas del pueblo y, finalmente, las denuncias de acoso de una ex amante.

Para los españoles, que Felipe VI echara a su padre de España es comprensible. Pero si se probara la infidelidad de Leticia y la participación del rey emérito en la escabrosa revelación, será una mancha más en la opaca dinastía borbónica y una fortaleza menos para una institución a la que cada vez le cuesta más justificar su existencia.

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