Todo parece indicar que estamos ante un nuevo momento constitutivo.
Casi en la totalidad de cientistas sociales y opinadores (con muy pocas excepciones) afirman, que se puede estar enfrentando a una vuelta a gobiernos autoritarios en occidente dada la “eficacia” de las medidas emprendidas por gobiernos autoritarios (China, Hungría, Singapur) en el enfrentamiento al virus que hoy asola al mundo, especialmente, a occidente.
Obviamente, estamos frente a una conmoción que ha provocado la desaparición de seguridades que ha hecho sostener a algunos prestigiosos analistas que bien se pudiera replantear la emergencia de nuevos autoritarismo y expresiones neofascista y en general clamar por rigideces ya superadas de naturaleza abiertamente dictatorial. Este sería un viejo planteamiento que hace el conocido sociólogo Ulrich Beck.
Mi humilde opinión es que la aparición del virus revela que este es un problema que no puede ser comprendido de manera adecuada y mucho menos resuelta ni política, ni económicas ni por los sistemas de salud instituidos dentro de un paradigma muy particular de la relación salud – enfermedad.
La aparición del coronavirus, revela, en fin, la dimensión de los nuevos problemas que han emergido emergerán (nuevas pandemias, el calentamiento global, la proliferación de formas sofisticadas de terrorismo, etc.) que no pueden ser resueltos con el viejo cuadro político institucional. Eso es cierto, pero, lejos esta de significar un envejecimiento de la narrativa democrática.
Por supuesto la implementación de políticas, estrictamente, locales frente a un problema global nos está hablando que los procesos de globalización y su narrativa pasan por una profunda crisis, no en el sentido de cuestionar la democracia como valor político cultural y como sistema de gobierno, sino que está revelando la crisis del mercado como único código de orden. Y que en lugar de estar de vuelta a formas autoritarias, lo que reclama la sociedad hoy es recuperar un modelo y un sistema que se preocupe por lo que Beck llama la distribución de los “bienes sociales” (salario mínimo garantizado, más lugares de trabajo, seguridad social, política ambiental más humana, sistema educativo eficiente etc.) frente a lo que la ortodoxia neoliberal y globalizadora trajo consigo: la distribución de los “males” generados por un modelo que planteo y logró, por lo menos durante casi cuarenta años el retiro del Estado y su desplazamiento por el mercado.
La historia no se repite, ni los viejos comunismos, ni el fascismo volverán. Tampoco modelos como el chino prenderán en el occidente democrático. El peligro, pudiera estar encarnados en los populismo y nacionalismos de nuevo cuño, pero, ello será una cuestión transitoriamente efímera, pues tal modelo no ha podido enfrentar: al miedo a lo desconocido, al crimen organizado, ni una economía solida en el presente que gobierna ni en el futuro que prometieron (véase el caso venezolano), ni el desempleo y mucho menos la corrupción, todos problemas que se han profundizado.
Si Uds. me preguntaran porque me inclinaría yo, apostaría por una vuelta al Keynesianismo y la constitución de un modelo socialdemócrata, creo, que este conjugaría los peligros, los riesgos y los problemas que la institucionalidad neoliberal y populista (ambos modelos autoritarios, el primero que convierte al ciudadano en consumidor y el segundo que convierte al ciudadano en pueblo) no han podido confrontar.
En mi humilde opinión la aparición del virus no ponen en cuestión a la democracia, ponen en cuestión la relación opaca con la verdad de los sistemas autoritarios.
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