Se habla muy poco del montón de dificultades económicas con las que la mayoría de las familias está llegando al final del año.
Algunos se han acomodado y han logrado construirse certezas honradamente. ¡Bien! Pero en realidad la mayoría está en la lona.
Hablamos poco sobre la pobreza por muchas razones: vergüenza, rechazo, querer salir de una situación indeseable y hasta sentimiento de culpa.
El asunto es que atravesamos una crisis más grande que nosotros mismos. Venezuela está en contracción económica desde 2014 (antes de la caída de los precios del petróleo, antes de las sanciones y las protestas). Por eso a veces la llamamos «una crisis por diseño», porque fue una decisión política empobrecer a la gente.
La pobreza en Venezuela tiene indicadores de catástrofe desde hace años. La catástofre es lo que viene después de la emergencia humanitaria y es la gradación más baja en la escala de la gravedad. Podemos seguir cayendo, sí, pero la realidad es que en el foso no solo se desciende, sino que se habita y es doloroso.
El hambre está instalada en muchos hogares. Ya es cotidiana desde hace años. Hoy casi 9 de cada 10 familias no tiene cómo enfrentar una emergencia de salud.
Podemos hacernos los locos, pero vivimos recogiendo plata para un gentío porque los fondos son limitados. Limitadísimos. Y como fue una crisis por diseño, se le restó valor al trabajo. Así que en este momento la cantidad de empleos productivos con salarios que alcancen para vivir es ínfima.
Por eso hay que elevar la denuncia y dejar registro.
Los recursos son escasos. En 2021 seguirán siéndolo.
De hecho el mundo está en competencia por fondos y muchos países tienen mejores entornos jurídicos para operar así que los grandes donantes preferirán otros lugares donde no corran riesgo.
En Venezuela se llevan presa y le han congelado cuentas a gente que ayuda.
Los uniformados le caen a las ONG que dan comida, a las que tienen medicinas, las que atienden ancianos y hasta retienen las cargas de pacientes que están esperando en centros médicos.
Es un momento más grave del que pensamos porque se está criminalizando el trabajo humanitario y la defensa de derechos humanos. Con amenazas así, es muchísimo más difícil atender a quien lo necesita.
Por eso hay que hablar.
Comment here