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Opinión: Política de bolsillos volteados, Por Héctor Alonso López



La política es una actividad inherente a la toma de decisiones en un grupo con el fin de alcanzar ciertos objetivos; Y dónde es más que relevante, el deber ser. También la podemos definir como una manera de ejercer el poder con la intención de resolver o minimizar el choque entre intereses encontrados que se manifiestan en la sociedad.

La Ciencia Política es la encargada del estudio de las actividades políticas por lo tanto es una ciencia y hasta para muchos, un arte. Donde a los protagonistas se denominan de muchas maneras, incluso con calificativos puestos a conveniencia: desde politólogos; pasando por profesionales que ocupan cargos de estado o aspiran a ellos, genéricamente llamados

políticos; y hasta los que pululan como “espontaneos” en este heterogéneo ecosistema.

El deber ser de un político son las normas que rigen una sociedad civilizada, pero primero, se necesita florezca en él, su condición humana donde la ética es indispensable. La política sin ética puede colocarnos en perspectivas contrapuestas: entre los que argumentan que la política debe enfocarse al logro de propósitos éticos como la justicia, la igualdad, la libertad; y los que sostienen que la legitimación del estado no depende de consideraciones, sino de la habilidades para conquistar, mantener y aumentar el poder. En Venezuela hace mucho tiempo esa relación es tensa y peligrosa. Es el arte de gobernar a los pueblos por su poder político o accionar político a secas. Hay quienes predian no apartarse del bien -cuando se puede y conviene- y saber entrar en el mal cuando hay necesidad. Y muchos incluso, no saben diferenciar si es “realismo” o “cinismo político”. En todo caso, serán los problemas y desafíos que se derivan del modo de hacer política, los que nos obligan a decidir y escoger entre la buena política, el buen político y de la buena ciudadanía o alcanzar lo óptimo, como expresión en su conjunto de máxima de conquista.

Frente a estos retos donde no es posible sino un buen político con ética y participación ciudadana, aflora el reclamo de coherencia y compromiso, de preparación, de paciencia y de fortaleza para afrontar los desafíos que exigen los ciudadanos venezolanos y la situación; no es posible, insisto, que ese buen político se quede inerme. Algún día tendrá que producirse la grandeza de ánimo para que alguien o algunos digamos: “Me he equivocado ” o “nos hemos equivocado”. Debemos restearnos a conquistar la dimensión ética de la política, entenderla como servicio humanizador de las personas y la sociedad. Venezuela reclama se predique con el ejemplo y los bolsillos volteados.

Pero para poder hacer posible una nueva manera de hacer política, primero debemos conocer nuestra propia realidad, adentrándonos en el conocimiento profundo de nuestra historia contemporánea. De no ser así, no se pasará del desahogo ocasional, vacío, o peor aún, de saciar nuestros rencores y tarde, muy tarde, comprender que terminamos enfermos por no haber sabido escapar de la vorágine destructiva de unos contra otros.

Héctor Alonso López

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