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Opinión

#OPINION Por Antonio José Monagas: Venezuela ¿País posible?

Todo proyecto político que por sus pretensiones de modelar realidades admirables luzca interesante, es objeto de ineludible estudio por la historia de los pueblos.

La Biblia, es precisamente, la mejor muestra de propuestas político-ideológicas que, además de destacar hechos de hermosa trascendencia, revela orientaciones que, a modo de líneas de conducta, documenta las doctrinas que guían al cristiano en su vida apegada a los atributos y carácter de Dios.

No obstante, las realidades dan cuenta de situaciones que, en su esencia, se apartan de los trazados o dictados de moralidad y civismo, ciudadanía y buen gobierno, que siempre ponen de manifiesto proyectos de vida y gobernabilidad que ofrecen instituciones y organizaciones de naturaleza político-social.

Es decir, organizaciones que anuncian su presencia mediante llamados a la paz, reconciliación y a la unión en nombre de valores y principios relacionados con el desarrollo de las naciones. Desde los que tocan al ser humano en sus sentimientos, expectativas y emociones, hasta los que exaltan el conocimiento como mecanismo de ascenso social y progreso económico.

Esfuerzos demostrados  

Mucho se ha hablado de “la universidad posible”, de “la ciudad posible” y hasta del “amor posible”. Sobre todo, en tiempos electorales donde la palabra se convierte en manoseado argumento para disfrazar presunciones e intenciones de ganar el espacio necesario y suficiente que tienda a garantizar vías de superación en todos los ámbitos de la vida.

Pero también, se ha exaltado la situación que compromete la idea de alcanzar el “país posible”. O sea, el país casi perfecto. Pero más allá de lo que apunta la posibilidad de lograr el objetivo anhelado, las realidades se topan con una perfecta maraña que encubre todo lo factible de lo cual se vale el individuo para excusarse ante lo pronunciado.

Muchas constituciones, sirven para magnificar propósitos que se vuelven razones de subrayada complicación.

En el ámbito de la retórica, permite disociar de su texto cualquier connotación que traduzca todo lo opuesto a lo que en principio estableció su naturaleza político-etimológica. O sea, la letra constitucional se convierte en una “melcocha” que permite solapar ideas y trastocar principios.

De manera que, en la coyuntura o entre gatos y medianoche, transforman la norma en una versión trampeada. Es decir, en un diseño contrahecho y contradicho ante lo que inicialmente se tenía pensado o establecido. Se produce un mazacote jurídico capaz de torcer la más pundonorosa norma.

Esto refleja el caso Venezuela, analizado desde las implicaciones que derivan del doloso manejo de la Constitución (1999). Aunque dicho problema adquiere graves ribetes que terminaron embrollando la situación de crisis nacional.

¿Hay viabilidad en la intención?

Cuando se ha pensado en la posibilidad de reconstruir un país acorde con el esfuerzo que muchos rindieron, la idea se transforma en una necesidad indeleble e ineludible.

Esta idea, bastante trajinada académicamente, ha tocado el meollo de cuanto recoge la necesaria intención de dar o discutir el “País Posible”. Aunque conceptualmente.

Sin embargo, cada corolario deja ver la hondura que envuelve al tema, tanto como su amplitud en virtud de las variables que determinan la hoja de ruta para resolver y aplicar tan necesario proyecto nacional.

Alcanzar el “país-anhelado” que es necesario y plausible construir, es la antípoda de ese “país-fácil” inculcado por el deseo de riqueza fácil y política corrupta.

Hasta ahora no ha sido posible la generación de un proceso sostenido en el tiempo respecto de las transformaciones que comprometen allanar la vía para llegar al “país posible” y necesario anhelado y necesitado.

No puede esconderse la verdad de ver cómo Venezuela se sumió en un lodazal de dejadez.

Muchos de sus habitantes se sintieron más cómodos vivir conformándose con dádivas gubernamentales, que vivir con el esfuerzo de su trabajo. Tan volteada conducta, llevó a apoyar un gobierno al cual se le hizo bastante asequible, provocar situaciones de improductividad e inequidad a cambio de compensar al venezolano con migajas de moralidad, decencia y respeto a cambio de los votos suficientes requeridos para algún triunfo político-electoral.

Así el país se desequilibró política y socialmente.

Así que frente a estas realidades, pareciera de suma complicación y a merced del largo plazo, acordar nuevas pautas de conducta que inciten a lograr los cambios necesarios Sin embargo, podía así llegarse a ver a Venezuela: ¿País posible?

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