Intentar un análisis del término “verdad”, es como aventurarse a la travesía de “nunca terminar”. Particularmente, porque compromete referencias que son propias de la filosofía más profunda. Especialmente, por cuanto en su significación no caben menudencias que dejen elementos conceptuales flotando en el mar de la incertidumbre más voluble.
Aún así, la intención de esta disertación es un tanto revisar su elocuencia. Pero, desde la perspectiva de la política. De la política en términos de la dinámica en la que se desenvuelve, toda vez que busca dilucidar las imprecisiones y dudas que siembra a lo largo de su agitado y atrevido recorrido.
Para iniciar
Vale pues comenzar tan comprometidas líneas, intentando encontrar algún concepto que haya podido acercarse a su esencia. Indistintamente si su sentido apunta a resolver dicha interrogante situándose en el terreno menos adentrado a su naturaleza. Aunque de partida, vale sujetarse a averiguar ¿qué expresa la verdad? Y ¿qué valor posee?
En principio, no cabe duda alguna afirmar que la verdad existe. Aunque pareciera ser que, quien niega su existencia, es porque sabe que existe. Y si existe como tal, es porque al mismo tiempo reconoce que existe la razón que la demuestra en su entera dimensión.
Igual cabe asentir, que poco sentido tiene creer que existe una única verdad. La verdad, tiene una composición plural. Pero al mismo tiempo, es multidimensional. Es decir, tantas verdades como realidades puedan suponerse. Incluso, visualizarse. Aun cuando teológicamente, se dice que la verdad es única. De ahí que, desde el enfoque de las tantas disciplinas que fundamentan sus preceptos en la verdad, ésta podría ocultarse. Pero jamás, extinguirse.
Un primer debate
San Agustín, doctor de la Iglesia Católica, aseguraba que “existirá la verdad, aunque el mundo perezca”. Sin embargo, el reconocido pintor chileno, Pablo Picasso, señalaba que “aunque existiera sólo una verdad única, no se podrían pintar cien cuadros sobre el mismo tema”
Tanto el hombre necesita incondicionalmente de la verdad para confirmar la valía de su existencia, como la verdad necesita del ser humano para afirmarse como razón de la realidad en todos sus sentidos. Fundamentalmente, por cuanto se le considera la razón sobre la cual se construye la conciencia moral de la sociedad puesto que, en su esencia y condición, se hallan comprometidos todos los estados o manifestaciones de la vida humana.
La política y la verdad
Aludir a la política desde el terreno donde se fragua la verdad, no es nada fácil. Menos aún, cuando el ejercicio de la política, desconoce las limitaciones de la verdad al momento que las realidades fijan la ruta de sus posibilidades para que así se tenga en cuenta la profusión de la verdad. Más, cuando de la incidencia de dichas posibilidades surgen tantas verdades como perspectivas pueda contener la visualización del mundo. Especialmente, desde el ámbito político del cual se fija una realidad en específico: la política.
Este problema induce a determinar ¿qué relaciones pueden darse entre la política y la verdad? Esta interrogante cabe toda vez que, para muchos estudiosos de dicha situación, inclusive de militantes, actores y agentes de la política, la verdad podría considerarse como la realización de la política. Aunque para otros, podría verse más bien como su negación. Crasa disyuntiva. Y quizás, bastante peligrosa para la praxis política.
Así que no hay duda de que para hallar el sentido que establece la debatida vinculación entre política y verdad. Justo acá, las circunstancias teóricas obligan a revisar el camino andado desde Platón pasando por Kant, Weber, Strauss, Shmitt, Arendt, Habermas, Bobbio, hasta la actualidad. Tal vez de esa forma, podría justificarse cómo la relación política y verdad combinan consideraciones capaces de hacer eficaz su contribución al desarrollo integral de las realidades.
Algunas consideraciones en estudio
Es posible asentir algunas consideraciones que, aunque podrían rayar en alguna especulación a la deriva, o solapada bajo la mera intención de contribuir con el esfuerzo que se ha trazado la historia de la teoría política occidental, pensando en descubrir el problema de la verdad, igualmente podría entenderse en la siguiente explicación.
- Si acaso la política reposa en la pluralidad humana, tal como aseguraba Hannah Arendt, para referirse a la comunidad y al hecho de ser diferente en cuanto al modo de percibir e inferir la vida, entonces puede afirmarse que la política dejó de apreciar el mundo desde una visión idealista para estimarlo desde una postura pragmática. Esto llevaría a ver que, ciertamente, la política persigue y proclama la verdad. Pues si así no fuera, la política sería una pura lucha egoísta de poder. Sólo eso.
- Aún cuando para algunos la política no ha dejado de comportarse históricamente como una lucha egoísta de poder, posiblemente no habría mayor espacio para fundamentar la democracia como una razón capaz de contrarrestar los vicios del poder. Por lo tanto, considerada esta razón desde un enfoque curtido por el carácter creativo e imaginativo de la política, quizás no podría asegurarse la existencia de la verdad.
- Si bien no puede negarse el conflicto que siempre se ha producido entre la verdad y la política, así como de la desconfianza sembrada por los usos desvariados de la verdad en el ejercicio de la política, poco sentido existirá pues en el hecho de negar la posibilidad de la verdad para intervenir la política. Sobre todo, al entender que la política es el espacio de la acción del ciudadano. Y en él, se encuentran las necesidades e intereses que le imprimen valor, sentido y dirección a la política. Y desde luego, a las verdades que cada ciudadano en términos de las libertades y derechos que bien puede disfrutar en aras de arrogarse la potestad para reivindicar estas. Pero en función de las posturas de su mundo sociopolítico y socioeconómico.
Al cierre
Luego de registrar estas consideraciones, sigue advirtiéndose el reclamo que niega a la verdad reconocer valores en la política. Es decir, continúa negándose la verdad ante las virtudes propias de la política. Ello hace ver que, pese a que la política se señale como el aire mismo que se respira, indispensable para la vida, las realidades dan cuenta de que el ambiente sigue estando confundido. Y, en consecuencia, plagado de verdades “en ascuas”.
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