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#OPINION Por José Luis Centeno: Más allá del mesianismo

Reconfigurar la participación política real, a partir de la esperanza. 

Tenemos un país abrazando la incertidumbre como si fuera su nuevo mejor amigo, con Donald Trump alzándose cual mesías rubio, generando expectativas tan volátiles como un mercado de criptomonedas.

Una ironía mordaz que resalta el absurdo de nuestra situación política y social.

En este contexto, la sociedad venezolana habría decidido sufrir un síndrome de desconexión emocional tan profundo que ni siquiera podría albergar una pizca de optimismo.

Un sombrío escenario, que plantea serios desafíos no sólo a María Corina, como líder de la oposición, también a Edmundo González Urrutia, como presidente electo, y a todos los que habitamos esta Tierra de gracia.

La paradoja central radicaría en que la oposición, para que no cunda el pánico, la desilusión, debe mantener viva la esperanza en un escenario que parece completamente adverso, fortificando las alianzas internas, generando conexiones incluso dentro del oficialismo, y manteniendo el interés de la comunidad internacional, especialmente de Estados Unidos, que tendría la fórmula para salir de la crisis venezolana.

En el panorama 2025, mantener la esperanza se convierte en un acto de resistencia política y social. Aunque los desafíos son enormes, no son insuperables.

Por ejemplo, es necesario dar mayor sustento real a las posibilidades de cambio que se han manejado hasta ahora, vigorizando desde la adversidad la alternativa política que ha demostrado ser creíble y capaz de movilizar a los venezolanos.

El verdadero desafío no es desplazar al régimen de Maduro, sino reconstruir el tejido social fragmentado, recuperando la capacidad de soñar colectivamente más allá de la adversidad inmediata, porque la política se transforma cuando los ciudadanos comprenden que el poder no reside en un líder, sino en la capacidad de organizarse y resistir.

Así las cosas, el cambio en Venezuela no será producto de mesianismos o liderazgos individuales, sino de la construcción colectiva de una nueva ciudadanía, consciente, comprometida y capaz de transformar los enormes desafíos que enfrentamos en oportunidades de reconstrucción democrática.

Dicho de otro modo, la transformación política depende más de la organización colectiva que de liderazgos individuales.

Un ejemplo paradigmático es el Movimiento de los “Indignados en Chile”, conocido como el “Estallido Social” de 2019, que condujo a transformaciones políticas profundas. 

De tal manera, que la esperanza no es un lujo; es una necesidad vital para enfrentar los desafíos que nos acechan. Pero esta esperanza debe estar respaldada por acciones concretas y compromiso cívico, en virtud de la importancia de la acción colectiva en los procesos de cambio político.

Solo así podremos transformar nuestra realidad y asegurar un futuro digno para todas las generaciones venideras.

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