“La esperanza es el arma más poderosa contra la desesperanza. Sigamos adelante con convicción, aún en los tiempos más oscuros.”. Kamel Salame, ex preso político.
En medio de la agitación política y la incertidumbre que caracteriza a Venezuela en estos momentos, surge una figura que encarna la esperanza de cambio y la lucha por la democracia: Edmundo González Urrutia.
Aunque no es ampliamente conocido, su candidatura ha ganado un respaldo unánime entre los sectores de oposición y ha despertado el entusiasmo de quienes anhelan un futuro diferente para el país. Edmundo González es un hombre discreto, sereno y reflexivo. No busca el protagonismo, pero su historia personal lo ha forjado en las circunstancias más adversas. Su carácter recio y su firmeza ante las dificultades lo han convertido en un líder emergente. Dos aspectos incontrovertibles sobre él: no es un recién llegado a la política y su candidatura ha cobrado relevancia en un momento crucial para Venezuela.
María Corina Machado, líder de la oposición venezolana, ha brindado su respaldo público a González Urrutia. A pesar de que ella misma fue inhabilitada ilegalmente, su apoyo a Edmundo es un mensaje claro: él representa la conciencia del venezolano y la posibilidad real de recuperar la democracia. Corina Yoris también se ha sumado al respaldo unánime. Ambas líderes reconocen que la falta de reconocimiento público no debe ser un obstáculo insalvable. La gente, consciente de la situación, votará por Edmundo González como un voto por la causa de la libertad, la independencia y la reconstrucción del país.
El entusiasmo que rodea a González Urrutia es impresionante. El pueblo venezolano, cansado de la crisis y la polarización, ve en él una oportunidad para un cambio real. El apoyo de aliados internacionales y la fuerza de un movimiento popular han creado una señal histórica: las elecciones del 28J pueden ser un paso hacia un puerto seguro. Por eso, cuando hablo del “Modo Edmundo”, hablo de algo más que una candidatura. Es una actitud resiliente, una esperanza que trasciende la falta del reconocimiento oficial que pretendieron hacer gravitar sobre el candidato opositor, cual Nihil Obstat de la jerarquía oficialista. Por esa razón, Edmundo González Urrutia representa la posibilidad de un nuevo camino para Venezuela, y su valentía y determinación son dignas de admiración. Ello hace que, en esta etapa electoral, su figura se alza como un faro de esperanza en medio de la tormenta política.
Dicho de otro modo, y disculpen que sea reiterativo, pero hace falta, en el contexto político venezolano, el “Modo Edmundo” no se limita a una mera candidatura. Es una actitud resiliente, una llama de esperanza que arde en medio de la oscuridad y la incertidumbre. Aunque su nombre no haya resonado ampliamente en los medios de comunicación con anterioridad, Edmundo González Urrutia encarna una visión de cambio y una lucha incansable por la democracia. De hecho, el “Modo Edmundo” se manifiesta en su capacidad para enfrentar los obstáculos con entereza. Él persiste. Su candidatura no es solo una opción política; es un símbolo de resistencia frente al oficialismo, la voz de aquellos que no se rinden, que siguen luchando por un país mejor.
La figura de Edmundo es un recordatorio de que la política no se trata solo de nombres conocidos o titulares en los medios. En los tiempos que corren, Edmundo nos recuerda que la política versa sobre la convicción de que un cambio es posible, incluso cuando las probabilidades parecen en contra. De allí, que con claridad meridiana el “Modo Edmundo” trasciende las etiquetas partidistas y se enfoca en la esencia misma de la lucha por la libertad y la democracia. Es un llamado a la unidad y a la acción, más allá de las barreras, debilidades o carencias que han pretendido imponer sobre su persona desde un aparato mediático desgastado y sin acierto en sus contenidos.
Así las cosas, el “Modo Edmundo” es una invitación a creer en la posibilidad de un cambio real. Es una actitud resiliente que desafía la apatía y la desesperanza, pues Edmundo González Urrutia, el candidato presidencial de la oposición, encarna esta convicción de seguir adelante a pesar de las adversidades. Tanto es así, que, a pesar de no tener una dilatada trayectoria política de esas que les endosan a los llamados líderes fundamentales de los partidos políticos venezolanos, González Urrutia cuenta con un respaldo firme del electorado, como ya se dijo.
Su trayectoria diplomática y su reputación de hombre “bueno, preparado, honesto” lo han posicionado como un candidato creíble, al punto que, movimientos que se habían enfrentado a la oposición, como el Movimiento Por Venezuela y el chavismo disidente, han mostrado interés en apoyar su candidatura.
O sea, el “Modo Edmundo” se basa en la convicción de que la transición democrática en Venezuela es posible a través del diálogo y la negociación. Planteamiento que forma parte de su mensaje de reconciliación y unidad, que ha sido bien recibido por la comunidad internacional, incluyendo a España y la Unión Europea.
De allí que muchos coincidan que en un país donde los rivales del gobierno han sido perseguidos, amenazados y acusados antes de las elecciones, el “Modo Edmundo” representa una alternativa pacífica y esperanzadora, tanto para lograr una transición como para hacer justicia en el marco de la misma.
Lo esencial del “Modo Edmundo” radica en su capacidad de mantener la esperanza en medio de la adversidad. Por si fuera poco, su convicción de que la transición democrática es posible a través de la negociación y el entendimiento es un bálsamo para el alma de un pueblo cansado de la violencia y la intolerancia. La propuesta de una amnistía para aquellos funcionarios dispuestos a cooperar con el cambio es un gesto de grandeza que demuestra la altura moral de este candidato, evidenciando que la verdadera grandeza radica en la capacidad de tender puentes y tender la mano al adversario.
Quizás el “Modo Edmundo” no sea la solución mágica a los problemas de Venezuela, pero sin duda es un faro de luz en medio de la tormenta. Es un llamado a la unidad, a la reconciliación y a la creencia en un futuro mejor. Y en un mundo cada vez más polarizado y fragmentado, ese mensaje es más necesario que nunca.
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