En el documental de Carlos Oteyza, “CAP inédito: Conversaciones desde la soledad (1998-1999), podemos hacer un recorrido por, las vicisitudes de Carlos Andrés Pérez en el terrible tránsito de su otra muerte.
Del buen documental de Oteyza, rescato para los fines de esta nota, las escenas donde se puede apreciar en toda su magnitud el comportamiento de la gente movilizada por el discurso de Hugo Chávez.
Escenas donde la gente es movida por una rabia que aflora de manera espectacular en febrero de 1989, durante “El caracazo”. Una rabia que el país desconocía, gente que es movida por un resentimiento que siempre habíamos ignorado.
Los gritos de “¡Muera CAP!”, “!Muera el tirano!”, “!Mueran los adecos!”, “!Fuera, fuera, ¡fuera el ladrón!”, mientras, Pérez salía por una puerta lateral del Parlamento, pues, estaba asediado por la multitud que ferozmente pretendía llevarse por delante la seguridad del palacio federal y amenazaba con derrumbar sus paredes con la intención de sacar por el cuello (literal) a Pérez, que juramentaba su reciente senaduría, ganada en las elecciones parlamentarias de 1998, y no obtenida por su condición de expresidente.
Miles de rostros enrojecidos por la rabia dejaban asomar sus dientes, vociferando insultos, arropados en banderas. Era rabia pura y dura, frustraciones, deseos insatisfechos y la expectativa multitudinaria de revancha y venganza de los que se autodenominaron “Hijos de Chávez”.
La democracia empezaba a vivir su muerte, bajo, ¡que paradoja!, “la tiranía de la mayoría”.
La política como lucha por el orden entre adversarios que se reconocían mutuamente es sustituida por la retórica de la lucha política como guerra y confrontación, en la que, los otrora adversarios fueron sustituidos por enemigos y la democracia fue sustituida por la “revolución” cuyo desiderátum fue la dictadura que hoy “gobierna”
Después de múltiples derrotas, de errores, de malas lecturas de la realidad y en consecuencia innumerables desaciertos cometidos por una generación de lideres erráticos y sin estrella la mayoría de ellos, después de veinte y tantos años de destrucción sistemática del país, como si se tratara de un plan preconcebido, después de perder, por la diáspora un tercio de su población, emerge una figura con atributos muy repetidos ya en nuestra historia:
“….una líder carismática, mesiánica….como una santa que va por ahí’, dice Margarita López Maya, caracterizando, el liderazgo de María Corina Machado, que ha vuelto a levantar a la gente, insuflándole nuevas esperanzas y nuevos anhelos de cambio
Esta vez, la enorme movilización de la gente, que recorre todo el país, presenta enormes diferencias con la que alguna vez encabezó Hugo Chávez, pues en lugar de gritos, amenazas, golpizas, allanamientos de congresos, etc. esta vez la gente abraza a quien ha erigido como su líder, llora con ella para fervorosamente ungirla como “La Libertadora”.
En el video de Oteyza, que mencioné al inicio de esta nota, Carlos Andrés Pérez, a quien tantas veces caracterizamos como hombre de escasa formación, hace una excelente fotografía del país y de los venezolanos y con cierto despecho, habla de la transformación de la gente y de sus afectos en cuestión en un lapso muy corto de tiempo, así, quien fue electo con una enorme cantidad de votos como senador, en representación de su estado natal Táchira, en 1998, cuyo pueblo lo recibía con devoción y respeto, un año después en las elecciones para representante por el Táchira a la Asamblea Constituyente de 1999, los tachirenses solo mostraron indiferencia frente a su liderazgo y rechazándolo fue superado en votos por una rabiosa y mediocre Iris Varela y un oscuro, y luego famoso corrupto y corruptor, Samuel López.
Hoy podemos ver en las cálidas, emotivas y fervorosas movilizaciones, casi religiosas, que acompañan a MCM algunas o muchas, diría yo, de los rostros de la misma gente que pedía el cuerpo de Carlos Andrés Pérez para lincharlo, que se enfrentaban a las manifestaciones opositores y que nos gritaban en la cara:
“Con hambre y sin empleo con Chávez me resteo”, solo que ahora, con justa razón, lloran de desesperación, de frustración, porque el sueño que le ofreció la revolución se tornó en pesadilla.
Solo hay una cuestión, que puede ser una llamada de alerta, eso es, la comprobación de como la narrativa chavista se ha instalado de tal manera en el seno de la sociedad venezolana, colonizando su actividad política, y también la cotidiana, que los que ayer gritaban: ¡Somos los hijos de Chávez!” hoy grita:
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