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Opinión: Radiografía crítica al ideario de un Progresista, Por Coromoto Díaz


El progresista cree ser un revolucionario y un opositor al Sistema, sin ser consciente de que los valores progresistas que defiende ya se difunden por los medios de masas, las universidades, todo el sistema educativo, la propaganda estatal, la UE, la ONU, todo tipo de ONGs con subvenciones millonarias…de hecho, en primer lugar esa es la razón por la que él mismo es progresista. Si hubiera nacido en la Alemania nazi sería el primero en alzar el brazo. Si se opone al Sistema, lo hace simplemente para pedirle doble ración del mismo.

Libertad de expresión sí, pero solo para nosotros.
El progresista siempre se presentará como defensor a ultranza de la libertad de expresión, sin embargo, solo para los puntos de vista que él considere tolerables y cuando no lo son, entonces pide que sean perseguidos como “delitos de odio”. Esto es completamente incompatible, ya que hasta las peores dictaduras otorgan libertad de expresión para dar opiniones con las que el régimen está de acuerdo.

Si ganamos es la voluntad del pueblo, si no es así, no nos representan.
Si su partido gana las elecciones, se trata de la voluntad del pueblo que se debe respetar por el resto. Si el partido contrario las gana, no nos representan. Esta forma de interpretar la democracia no es un rasgo exclusivo del progresismo, pero sí son los progresistas los que reproducen hasta el paroxismo este comportamiento.

Las mujeres son iguales que los hombres, pero necesitan cuotas reservadas como si fueran disminuidas
El progresista es un infatigable defensor de que la mujer tiene la misma capacidad que el hombre para hacer cualquier trabajo, pero a la vez que pide unos requisitos físicos menos exigentes (en las oposiciones para acceder a trabajos como policía o bombero) y plazas de trabajo reservadas para ellas (en trabajos cómodos y bien pagados, nunca en la mina o en la obra), metiéndolas por tanto en la misma categoría que los disminuidos físicos y psíquicos.

Si la mujer consigue algo por sus propios méritos es que es superior, si no, es que está oprimida.
Cuando las mujeres destacan en un determinado ámbito, el progresista no pone reparos en reconocer que es debido a que en ese campo son superiores a los hombres. Sin embargo, si en otro ámbito están subrepresentadas, culpan de ello a la opresión de los hombres sobre la mujer.

Las razas no existen, pero el racismo sí.
Para el progresista, todos somos iguales y las razas no existen, pero en cambio sí que creen que deba existir un delito que castigue la discriminación por motivos raciales. ¿Entonces, si no hay razas cómo se podría alegar discriminación racial? Esta pregunta tan sencilla no se les ha pasado por su progresista mente.

El multiculturalismo es fuente de problemas en África pero en Europa es el objetivo a alcanzar.
Según los progresistas, una de las principales causas de las constantes guerras en África está en el colonialismo, que fijó fronteras artificiales con escuadra y cartabón incluyendo así en un mismo Estado a diferentes tribus y etnias, lo que es causa de conflicto. Pero en Europa defienden que se haga lo mismo: meter a diferentes etnias bajo un mismo Estado mediante la inmigración, lo cual ellos mismos acaban de reconocer que es fuente de conflictos, aunque aquí al contrario que en África lo consideren algo positivo e incluso necesario.

Hablar de superioridad racial de otras razas está bien, si es de la propia, es racismo.
Para un progresista, no supone ningún problema hablar de la superioridad física de los negros y no perder ocasión en mencionar, de una forma muy homosexual, el tamaño de su pene. Pero ese mismo progresista, si escucha a alguien hablando de la superioridad intelectual de los blancos, no tardará en acusarle de racista. Este mismo doble rasero se aplica a los grupos supremacistas según la raza a la que pertenezcan, si es supremacista blanco se le considerará una banda criminal que debe ser ilegalizada, mientras que si es supremacista negro se dirá que son luchadores contra la discriminación y por sus derechos, o como poco se les intentará disculpar en base a la supuesta discriminación y falta de integración que sufren.

El progresista considera la existencia de fronteras vigiladas y protegidas (si no, no serían fronteras) una aberración en contra de los Derechos Humanos, mientras vive en una casa con cerradura, barrotes, alarma y perro, o vigilante de seguridad si puede permitírselo.


Todas las identidades etnoculturales del mundo deben ser preservadas menos la mía
El progre es defensor acérrimo de las culturas del mundo, que deben de ser respetadas y preservadas, con la única excepción de la suya propia, que es algo carca, paleto y atrasado que debe desaparecer borrada por los vientos de la globalización. Los indígenas amazónicos tienen todo el derecho del mundo a mantener su demografía, cultura, costumbres y tierra, pero los europeos no pueden mantener las suyas.

Todas las religiones deben ser respetadas menos el cristianismo
El mismo progre que se escandaliza cuando ve un crucifijo en una clase de colegio y pide la religión (cristiana) fuera de las escuelas, no tiene problemas en aceptar demandas de los musulmanes como servir comida halal en el comedor escolar, poder llevar el velo o incluso clases de religión islámica. Son sus costumbres y hay que respetarlas.

Tuitear mi oposición al saqueo de las multinacionales desde un Iphone
El progresista dice estar en contra de las multinacionales y del saqueo del Tercer Mundo, pero no tiene problemas en usar y consumir compulsivamente sus productos como Twitter, Facebook, Apple, ropa y productos agrícolas como piña o chocolate, sin entender que esas multinacionales no existirían si no tuviesen consumidores como él. Tampoco se molesta en comprobar que lo que consume no haya sido recolectado por niños esclavos.

Americanizado anti-americano
El progresista suele declararse anti-EEUU, sin darse cuenta de que él mismo está culturalmente americanizado, empezando porque el propio progresismo tiene su origen en universidades de EEUU y está íntimamente ligado a la influencia americana en el mundo, y siguiendo con la música que escucha, la moda según la que viste y las palabras en inglés que escribe en Facebook o Twitter, entre otros.

En contra de los ricos (excepto si me caen bien o soy yo)
El progresista detesta a “los ricos”, sin embargo nunca define a partir de qué patrimonio se es rico, entra a formar parte de ese club de Señores. Cuando el rico en cuestión es progresista, algo también bastante común, independientemente de los yates y pisos que tenga deja de formar parte de ese grupo y cualquier crítica hacia él será respondida con palabras como “envidioso” y cualquier acusación de delito fiscal será considerada un “ataque a su persona”. Así tenemos a gente como el especulador George Soros, progresista y una de las personas más ricas del mundo, el difunto Hugo Chávez, que llegó a amasar una riqueza extraordinaria en el gobierno, y Juan Carlos Monedero, evasor de impuestos con una fortuna que le sitúa en el 1% de los más ricos del mundo mientras habla de establecer salarios máximos.

Elitistas que van de obreristas
Como consecuencia de su poso ideológico marxista, el progre tiene mitificada a la clase trabajadora, de la que cree ser su defensor a la que inconscientemente desprecia y ningunea desde su torre de marfil de clase alta. Llama “explotados” a los obreros, los acusa de ser xenófobos, incultos y atrasados, a la vez que defiende medidas que les perjudican directamente como la inmigración masiva y luego se extraña porque no voten a sus partidos ni traguen con sus dogmas. Esto no es más que clasismo puro y duro, ya que el progresista rara vez pertenece a la clase obrera.

Tolerancia hacia el intolerable
El progresista se congratula de ser “intolerante contra la intolerancia”, cuando en realidad es tolerante hacia el intolerable. El delincuente multireincidente, el inmigrante ilegal y todo tipo de lumpen indeseado en la mayor parte del mundo pasan a ser el ojito derecho del progresista, que no los ve como culpables sino como víctimas de la sociedad y quiere darles todo tipo de facilidades (con tu dinero) para “reinsertarse”.

Con una radiografía como la descrita hasta este punto cabe preguntarse cuál es la lógica de actuación de la mayoría de los grupos «progresistas» a nivel internacional al momento de denunciar violaciones a los derechos humanos, irrespetos a la voluntad popular, desconocimiento de los procedimientos democráticos y la constitucionalidad de un país. ¿Por qué alzan la voz para denunciar estas cosas en unos países y en otros no?.
Por estas y otras razones, que por limitaciones de espacio no puedo señalar en esta oportunidad, cuestiono la coherencia con la que muchas de estas fuerzas «progresistas» se posicionan en torno a las crisis que atraviesan los países de la región. La democracia y los derechos de la población se defienden en cualquier lugar y en todo momento, así como denunciar las violaciones de los derechos humanos y las actuaciones represivas de cualquier Estado, caso Venezuela, sin importar el tinte ideológico que sus gobiernos profesen.

Yo pensaba que estas cosas se daban por sentadas entre los grupos «progresistas» a nivel mundial, pero por lo expuesto en estas líneas en relación con el caso venezolano, pareciese que no, la hipocresía está a la orden del día y todavía queda mucho por recorrer.

Coromoto Díaz

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