En declaraciones recientes a Bloomberg, Juan Guaidó —quien en 2019 llegó a consolidar el reconocimiento de 60 países como presidente interino de Venezuela— ha sugerido que Estados Unidos debería “aliviar” las sanciones que pesan sobre el régimen narcoterrorista de Nicolás Maduro, para que el tirano venezolano —de origen colombiano— regrese a la mesa de diálogo establecida en México con la venia de Andrés Manuel López Obrador.
La declaración de Guaidó se produjo después de que el Consejo Nacional Electoral chavista saboteara el intento de activar un referéndum revocatorio para sacar del poder a Nicolás Maduro por una vía —teóricamente democrática. Esto no sucederá, y la “oposición venezolana” parece haber recibido la noticia con mucha serenidad.
Retroceder en la política de sanciones contra la dictadura venezolana —iniciada por Barack Obama en 2015 y reforzada por la administración de Donald Trump— enviaría un mensaje sumamente peligroso a los dictadores y líderes autoritarios de América Latina: “resistan, que con un poco de paciencia los dejaremos en paz.
Ese es un lujo que el presidente Biden no puede permitirse en un continente amenazado como nunca por regímenes autoritarios, los más sanguinarios: Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Juan Guaidó fue reconocido por gran parte del mundo libre cuando valientemente se enfrentó al régimen de Nicolás Maduro. Sin embargo, perdió su oportunidad histórica y se sometió a los poderes colaboracionistas que sustentan la dictadura. El exdiputado ha perdido para hablar en nombre de los venezolanos, y escuchar sus espurios llamados a premiar a los chavistas sería otro error imperdonable en la decepcionante política exterior de la administración Biden-Harris.
Mientras miles de venezolanos cruzan la frontera sur de Estados Unidos después de haber atravesado medio continente en busca de la libertad, el peor mensaje que Joe Biden podría enviarles es el de alivio por el tirano que los expulsó de su país.
Redactor
Jovel Álvarez
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