No estoy hablando de la realidad tan solo como aquello que es fácticamente evidente. Es decir, no me refiero a ella tan solo como la suma o agregado de todo lo que es real. Ni aludo a ella, tan solo como la totalidad de las cosas reales.
No estoy hablando de la realidad tan solo como aquello que es fácticamente evidente. Es decir, no me refiero a ella tan solo como la suma o agregado de todo lo que es real. Ni aludo a ella, tan solo como la totalidad de las cosas reales. También es importante considerar el lado feo de la realidad.
La realidad a la que me refiero es una realidad humanamente producida y socialmente construida. Estoy hablando de la que se ha construido en el país en los últimos años. Hoy, sin duda alguna, estamos instalados en su lado más feo.
Advierto que nos hemos instalado en ella no desde 2013, cuando Chávez muere. Antes de despedirse de esta vida, nos dejó la terrible herencia de Nicolás Maduro y compañía.
Así, que ese lado feo de la realidad comienza a dibujarse desde mucho antes.
Yo le pondría como fecha, obviando los días 27 y 28 de febrero de 1989, la noche del 3 de febrero y la madrugada del 4 de febrero de 1992. En esos días, Chávez irrumpió en la escena política venezolana de la manera más bastarda:
A través de un golpe de Estado. Posteriormente, al ganar las elecciones en 1998, dio inicio a un nuevo proceso político. Este, interrumpió el período democrático más largo vivido en el país. Además, instaló un régimen autocrático y terminó por arruinar al país. A la nación, le había ofrecido un rápido tránsito a la edad de oro, a la prosperidad y a la felicidad.
No somos los únicos, en vivir experiencias autocráticas, el 72% de la población mundial vive bajo regímenes autocráticos.
Bueno, ese es un dato de 2021, pero estimo que los procesos de autocratización lejos de reducirse, han ido en aumento. Especialmente, con la probable incorporación de Estados Unidos, que vive un significativísimo retroceso democrático. Con Donald Trump a la cabeza, ellos ya “aplican el manual estándar hacia el autoritarismo”.
El régimen madurita-chavista (ya es hora de invertir los términos) se ha esforzado en construir una narrativa en donde se representa una realidad social. Dicha narrativa manifiesta que se han superado los problemas que la asfixian. La propaganda oficial dice que el país ha mejorado.
Ayer mismo, se materializó un hecho que habla de algo bien distinto. Por ejemplo, el régimen me ha depositado la pensión de jubilado que asciende a 1.95 dólares, 130 en bolívares despreciables. La narrativa oficial, también subraya que el cambio de gobierno es un hecho inverosímil, dadas las particulares condiciones del orden instaurado.
Para hacer de esta narrativa dominante, el régimen, ha echado mano de todo tipo de voceros, desde “influencers” y asesores de comunicación política hasta intelectuales. Además del llamado alacranismo, también de algunos sectores “normalizadores” de la situación política. Ellos, apoyan a pies juntillas el “electoralismo autoritario”.
Pero la construcción de esa narrativa, que apunta a la construcción de un “orden estable y duradero”, ha sido un fracaso. No solo porque la construcción de un orden es, de entrada, un proceso conflictivo. También porque la realidad existente, producida por la pésima gestión de gobierno, es la principal enemiga del régimen.
Cuáles son las características más resaltantes de esta realidad. Esta, ha hecho costra en la realidad venezolana. Cuando se ha intentado removerla, esta sangra sin poder ser lavada y curada. La destrución de la economía tiene su consecuencia más devastadora:
El empobrecimiento de los venezolanos.
Que se ha instalado en la miseria más absoluta. La no menos devastadora destrucción de nuestro principal activo PDVSA y su capital humano es otra consecuencia. “Merito”, cuyo precursor fue el mismo Chávez. Con un pito de arbitro de fútbol, expulsó a los más competentes de la industria. Fueron 20 mil trabajadores de la industria. La destrucción de la moneda es otra consecuencia. Igualmente, la destrucción de la red de servicios públicos (electricidad, carreteras y autopistas, telefonía, agua, gas). Estos servicios se construyeron a lo largo de los 40 años de la democracia. Esa misma democracia, el chavismo llamó “puntofijista” de manera peyorativa.
Pero ha quedado evidente que la revolución del siglo XXI no puede compararse con los logros, modernización y producción de bienestar de esa democracia. Finalmente, la liquidación de los procedimientos formales de la democracia liberal es otro de los problemas. Especialmente, de los “aquellos que permiten la configuración de alternativas” ( Innerarity)
Para un inventario completo de esta fea realidad producida por el madurismo-chavismo les recomiendo la lectura de la nota de Humberto García Larralde “No apto para gobernar” publicada en El Nacional, el día martes 25 de marzo).
Para que esta realidad sea enfrentada, no basta con que sea adecuadamente diagnosticada.
Es necesario que su oposición sea realizada: Primero, con la resistencia de los gobernados, expresada en una movilización popular masiva hasta convertirse en una “sublevación multitudinaria”.
En segundo lugar, que los principales actores políticos se constituyan en oposición unificada, articulada con la sociedad civil. En tercer lugar, movilizar de manera efectiva el apoyo de la comunidad internacional.
Esta acción debe venir acompañada de la producción de una nueva narrativa opositora. Esta, debe dar cuenta de la imposibilidad de la perpetuación de la dictadura. Igualmente, debe develar su naturaleza reaccionaria al tratar de mantener algo que ya es imposible de mantener. Es importante subrayar la construcción de un nuevo encanto por la democracia. También, la resolución de la doble vertiente que la manifiesta: promesa y realidad.
Igualmente, ofrecerle al ciudadano la certeza de que su vida cotidiana, con sus seguridades y certezas, que el madurismo-chavismo alteró dramáticamente, será reconstruida. Finalmente, garantizarle al ciudadano, que en el orden democrático que se ofrece, el poder es un lugar vacío que no puede ser apropiado por nadie. Pues quienes ejercerán la autoridad política son solo gobernantes. Estos no pueden apropiarse del poder ni encarnarlo.
Parece difícil, pero no lo sería. Si los sectores que abogan por un cambio democrático depusieran las mezquindades de siempre, entonces se lograría. Concluyan que hay solo un enemigo: la dictadura.
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