Los últimos acontecimientos suscitados en Venezuela, hablan claramente de la necesidad de una intervención militar coordinada por el hemisferio occidental.
Una tiranía sin escrúpulos no puede ser tolerada, salvo aprovechadores perniciosos como el caso de los rusos, los cubanos y los Chinos, de cuyo festín con las riquezas venezolanas, ni se preocupan en ocultar.
Ya sobra decir que no se trata de un problema político. Es la apropiación de un país por una organización criminal, nunca vista en otras latitudes. Si Pablo Escobar fue en su época símbolo del pillaje del narcotráfico, hoy se puede hablar de miles de Pablo Escobar en todas las esferas del país.
En el marco del tráfico de drogas, ya no es noticia las capturas de cuantiosas toneladas de de drogas a provenientes de Venezuela, con navegación abierta y empuje de la cúpula militar, a la que le quedan pequeños todos los calificativos: son uniformados de sangre y barro infernal.
Se suman civiles de monstruoso currículo, escondidos en togas y palacios, donde ordenan todas las acciones criminales posibles. Es la suma horrible del militarismo ennegrecido y el paramilitarismo incendiario, que nunca han creído en ningún ideario social: son corsarios incorregibles, que usaron a Bolívar como mascarón de proa, pero que ya lo dejaron tirado en el rincón de la historia, con sus restos naufragando en la nada y un dibujo de falsa estirpe, para que se parezca al tipo malviviente, que ellos representan.
Es tal el atentado, que PDVSA, la antigua industria petrolera, fue entregada, ya sin disimulo alguno, a los terroristas de Hamas, cuya cabeza visible es un sobrino de quien fue jefe de seguridad de Saddam Hussein, quien tiene una tropa por el mundo, que se mueve con pasaporte venezolano, asesinan inocentes y se esconden en Venezuela, bajo la protección del antiguo jefe de cedulación y hoy flamante presidente de la estatal y mancillada industria petrolera.
Abbas Hussein Harb, Ayman Joumaa y Kassem Mohamad, terroristas mundiales, son los que ordenan cómo se maneja el crudo, las drogas y el oro, que transportan por todas los puertos y aeropuertos del país, bajo el entramado que dirige con Al Aissaami, Diosdado Cabello y compañía. Es increíble que esta turba delincuencial, maneje a su antojo, las vidas y los recursos de los venezolanos.
La secta criminal que se apoderó del país, tortura y mantiene como rehenes a numerosos civiles y militares, en la más grotesca operación contra los derechos humanos, reconocida por la ONU, quien también acaba de señalar que el cartel de los soles impone sus condiciones en el tráfico de estupefacientes.
La banda de los enanos, se oculta bajo decisiones judiciales también grotescas, extorsionando a todo aquel que tiene que concurrir a los tribunales, donde el hamponato se apodero de los estrados, caso también insólito en el mundo.
Ante el desastre solo queda tomar decisiones:
-Unidad militar del mundo occidental para frenar esta barbarie. Una medida como el bloqueo naval es urgente para evitar mayores daños al mundo por parte de estos bandoleros Castrochavistas.
-No Hay negociación posible. La toma militar es inminente e insustituible para que Venezuela retorne al mundo democrático y deje de ser la sede de forajidos universales, de salteadores globales a los cuales debe poner fin la justicia internacional. Es un grito de 30 millones de seres humanos, víctimas de esta banda con un usurpador extranjero, marioneta, cuyos hilos mueven desde Moscú, la Habana y Beijing.
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