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La «autonomía universitaria» ¿en el limbo? Por Antonio José Monagas

La universidad que vive bajo el influjo de las actuales y conflictivas realidades, es todo un dilema, No sólo porque se ve presionada por un entorno, bastante irresoluto. También, por causa de  la anomia que afecta su contorno dejándola a merced de las intemperancias. 

Además, sigue viéndose enturbiada ante la incidencia de gruesas interrogantes todavía sin dilucidarse. O porque actúan como imperturbables acechanzas. Y son, dificultades de distinta índole que se han amalgamado a lo interno de su institucionalidad encareciendo situaciones que han constreñido procesos organizacionales tan propios de su autonomía administrativa y académica.

Secuelas que inquietan

Su movilidad que debería comportarse de manera consecuente con los preceptos establecidos por la Ley de Universidades y sus correspondientes estatutos. Además del artículo constitucional 109 que pauta el deber del Estado en “(…) reconocer la autonomía universitaria (…)”. Sin embargo, se observa vulnerada. No sólo a nivel de su funcionalidad docente. También, en el contexto de sus compromisos con un buen número de problemas locales, regionales y nacionales circunscritos a sus áreas de investigaciones. 

El daño que exhibe la universidad autónoma por causa de equivocadas estrategias que no se adecúan a construir  viabilidad a proyectos de acción, tanto como a operaciones administrativas, capaces de enfrentar problemas ocasionados por el empirismo, la improvisación y el inmediatismo, es caótico. Más aún, es incalculable. Casi irreparable. 

No es un daño material tan sólo. Es igualmente, de actitud, de comportamiento o de consciencia de su comunidad. Y que tal como la refiere el primer artículo de la Ley de Universidades, le quedó muy poco de ser “(…) una comunidad de intereses espirituales(…)”. 

La “autonomía” en el centro 

Cuando se habla de estar la autonomía universitaria en el limbo, es para indicar que la incertidumbre, aunque por mal que pueda definirse a los fines de comprenderse la complejidad del sistema en el que sus elementos han de funcionar y desplegarse -en términos de sus determinantes vinculaciones- la ha arrastrado a hondos confines. O umbrales, donde la autonomía universitaria ha dejado de existir. 

Aunque el discurso de autoridades universitarias, pueda estar henchido de alusiones que provoquen la exaltación del significado de “autonomía”, la verdad es que las alocuciones que lo hacen son simples peroratas o monsergas de vacíos contenidos o cargados de parábolas o manida palabrería. La “autonomía universitaria”, perdió su fuerza operativa y metodológica. Quedó para animar teorías pedagógicas que avivan razones de investigación que ocupan páginas de revistas y libros fríos. 

Este problema no es nada fortuito. Tampoco nuevo. El populismo que reside en su interioridad, es resultado de la demagogia asociada a la acción politiquera que siguen ejerciendo muchos universitarios en espacios propios de escenarios electorales y gastada gestión institucional. 

Inferencias del análisis

Este problema ha deformado el perfil de la academia universitaria. Para lo cual, las intenciones se han valido de las insuficiencias y carencias registradas por la aplicación (a medias) de la «autonomía». La misma ley, es limitada y extremadamente parca en ese sentido. Basta con ensayar el desglosamiento del noveno artículo de la Ley de Universidades, para dar cuenta de que el concepto de “autonomía” puede asegurarse. Pero que luego de todo, resulta ser una burla o una mueca politiquera. Quizás, con el propósito de convertirlo en una solapada trampa “caza-ilusos” que permita exaltar ideales. Pero que al final de la aventura metodológica, no llega a resultados firmes. 

Cualquier hipótesis que se aventure a salir airosa del desarrollo epistemológico y hermenéutico del asunto, sale tronchada por su propio peso. Tristemente, es lo que resulta de buenos propósitos que busquen escalar la escarpada verticalidad que opone la incertidumbre. Es así como esta disertación buscó revisar el por qué podría estar la “autonomía universitaria” ¿en el limbo?

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