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La batalla cultural como herramienta para erradicar el populismo Por Gervis Medina


“Otro fue el destino y la condición de la sociedad que puebla la América del Norte. Esa sociedad, radicalmente diferente de la nuestra, debió al origen transatlántico de sus habitantes sajones la dirección y complexión de su régimen político de gobierno, en que la libertad de la patria tuvo por límite la libertad sagrada del individuo […]. Los hombres fueron libres porque el Estado, el poder de su gobierno no fue omnipotente, y el Estado tuvo un poder limitado por la esfera de la libertad o el poder de sus miembros a causa de que su gobierno no tuvo por modelo el de las sociedades griega y romana”.Juan Bautista Alberdi.


Estas líneas tomadas del libro “El engaño populista” del colega “Axel Kaiser”, nos orienta hacia una salida de la desgracia que habita en nuestro país “el populismo”. No es más que librar la batalla cultural para erradicar el pensamiento del odio, la envidia y el resentimiento conocido como una enfermedad del alma “socialismo”.


La superación del populismo que ha arruinado nuestros países requiere de un diagnóstico claro en torno a la naturaleza del problema, sus nutrientes y las razones de su éxito y persistencia. Pues sin un norte filosófico y programático definido es imposible establecer una propuesta de acción positiva. Una cosa es criticar el populismo, y otra es plantear un camino diferente.


Creemos que los fundamentos de ese camino diferente podemos encontrarlos en América, y también una versión de la fórmula filosófica que permitió a Estados Unidos llegar a ser el país más próspero y libre del planeta. Se trata de ideas universalmente válidas y que diversas naciones han seguido con excelentes resultados. Al mismo tiempo, debemos tener clara una estrategia que permita avanzar esa fórmula ganadora desplazando el populismo y el socialismo que nos han caracterizado. La estrategia debe pasar por la construcción de un nuevo sentido común cercano al republicanismo liberal. A su vez, esa estrategia requiere de una táctica que tome en consideración realidades propias de la naturaleza humana comonuestra emotividad y la posibilidad de educarnos. Finalmente, se requiere de instrumentos modernos para lograr una construcción efectiva y sostenible del nuevo sentido común libertario.


Una de las desviaciones de la mentalidad populista que ha caracterizado a América Latina es el antiamericanismo.

 En países como Venezuela, la Argentina de los Kirchner, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y otros, el antiyanquismo ha sido la estratagema perfecta de los líderes populistas para justificar la incompetencia y la devastación institucional, así como para distraer la atención sobre la corrupción interna.

Para ellos, todo se debe a conspiraciones de los «malvados yanquis», de la CIA y de sus lacayos, es decir, de opositores y disidentes supuestamente al servicio del enemigo. Pero lo cierto es, como observó Alberdi, que Estados Unidos debe su incontestable éxito a su cultura y su tradición liberal.

Y América Latina es lo que es un fracaso también incontestable, debido a la cultura estatista, socialista, neofilista, asistencialista y populista y a las «instituciones extractivas», para usar el término de Acemoglu y Robinson, que las han caracterizado.

Esta diferencia entre América Latina y Estados Unidos tiene ciertamente orígenes históricos. En su clásico estudio que compara las colonizaciones de Inglaterra y de España en América, el profesor de Oxford J. H. Elliott sostuvo que el descubrimiento de grandes riquezas minerales y de una extendida población indígena en Hispanoamérica facilitó el surgimiento de élites que acumulaban riqueza simplemente utilizando nativos para extraerla.

En cambio, según Elliott, «la falta de plata y trabajo indígena en las primeras colonias británicas forzó sobre los colonos una lógica desarrollista en lugar de una esencialmente explotadora. Esta, a su vez, dio peso adicional a las cualidades de autosuficiencia, trabajo duro y emprendimiento que iban asumiendo un rol cada vez más prominente en el imaginario nacional.


De este modo, la cultura anglosajona, que confiaba en el individuo y en el rule of law, dio origen a auténticas repúblicas basadas en la libertad y la ley, mientras que la tradición francesa que llegó a Latinoamérica dio paso a todo lo contrario: al caudillismo revolucionario y refundacional. Como Alberdi, Carlos Rangel llamó la atención sobre el hecho de que los norteamericanos habían mantenido un espíritu libertario y que, a diferencia de los latinoamericanos, jamás se dejaron llevar por la fiebre revolucionaria de los jacobinos franceses. Según Rangel, para los norteamericanos, las obras del inglés John Locke, padre del liberalismo moderno, era una lectura tan folclórica como las de Marx y Lenin, dos aprendices de la revolución jacobina, para el Tercer Mundo.


En el siglo XIX, el gran economista francés Frédéric Bastiat advertiría ya de esta diferencia sustancial entre franceses y norteamericanos, así como de sus consecuencias. Según él, los franceses habían puesto «la quimera» del Estado en su constitución elevándolo a la categoría de una especie de dios que llevaría al pueblo a un mayor bienestar y una mayor perfección moral.


Lo que América Latina y buena parte del mundo debe aprender de ese Estados Unidos de los padres fundadores es su confianza en la libertad de las personas, su escepticismo frente al poder del Estado y el rechazo a las aventuras utópicas refundacionales. Contra el prejuicio dominante en nuestras sociedades, y contra la infundada creencia de que esto es «ajeno a nuestra cultura e identidad», hay que considerar que estas son ideas válidas en todo tiempo y lugar; y deben formar necesariamente parte del acervo cultural, intelectual y político de un ideal de república liberal sano capaz de plantearse como alternativa auténtica al populismo, que tanto daño ha hecho a nuestros países. La pregunta es, por supuesto, cómo conseguir ese objetivo.


Pues, la propuesta es la construcción de un nuevo sentido común; manejo de la inteligencia emocional y por supuesto alfabetización económica y política.


Hay lideres y gobernantes contrarios al régimen genocida en Venezuela, que dicen ser opositores en especial en el estado Zulia, municipios Maracaibo y San Francisco que justifican en sus políticas mantener el populismo, puesto que eso los llevó al Poder y si lo dejan pierden su dominio.

¡Qué triste justificación como la de un alcohólico o adicto a las drogas!


A ustedes les digo lo siguiente como propuesta: ¡Para lograr romper el engaño populista del que nuestros países son víctimas, necesariamente debemos trabajar en la construcción de un sentido común opuesto al que ha prevalecido!

En otras palabras, debemos derrotar al populismo o, al menos, contenerlo para entonces fundamentalmente librar una batalla cultural y de valores.


No sirve de mucho ganar elecciones si no se logra una transformación del ser a fondo en la mentalidad y la cultura de un país, porque, como hemos visto mil veces en América Latina, luego regresan los populistas de siempre y destruyen lo avanzado.


¡Las políticas no tienen que ser evaluadas por las intenciones, sino que tienen que ser evaluadas por los resultados! Esto refuta cualquier sofisma emocional que den estos dirigentes como excusa a la continuidad del populismo.


Además, como diría Milton Friedman uno de los grandes libertarios de nuestros tiempos, “muchos políticos y empresarios son víctimas del clima intelectual de izquierda que han contribuido a crear. Cohabitan en estos una negligente ausencia de entendimiento sobre lo que está realmente en juego con una permanente inclinación por el camino fácil”


¡Por lo tanto, se acomodan a la opinión dominante para de esa forma no asumir el costo que implica hacer lo correcto y defender las ideas correctas!


La batalla por la cultura y como diría Gramsci por la conciencia de las personas es laclave de cualquier proyecto que pretenda ofrecer esperanza. La filosofía libertaria y republicana que ha permitido a Occidente salir adelante, incubada especialmente en el mundo anglosajón, es una que, salvando los matices que pueda presentar en las diversas culturas, en términos generales debe pasar a formar parte del sentido común.


Gervis MedinaAbogado, Criminólogo, Escritor.

Twitter @GervisDMedina

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