Siempre he dicho que para escribir o hablar de forma medianamente aceptable no se requieren grandes conocimientos gramaticales, sino responsabilidad, sentido común y la aplicación de los conocimientos básicos que se adquieren en la escuela primaria, que se refuerzan en la secundaria y en la universidad.
Muchos de los grandes genios de la literatura no fueron precisamente grandes conocedores de la gramática; pero supieron hacer buen uso de la expresión escrita, para lo cual fue indispensable la sencillez, la claridad en sus ideas y la convicción de que escribían para ser leídos.
Lo ideal sería que los que redactan de manera regular, como periodistas, abogados y docentes, tuvieran presente que no se necesita ser catedrático de la lengua para escribir bien. Si eso se tomara en cuenta, no habría tantas impropiedades, que por el inmenso poder inductivo que ejercen los medios de comunicación, se arraigan en el vocabulario del común del hablante.
Si alguien está en capacidad de conocer las palabras por la índole de la entonación, si tiene nociones elementales en cuanto al uso de los signos de puntuación y de cómo estructurar un párrafo, podrá escribir bien, pues lo demás lo adquirirá con la práctica constante. Si no se persuade de su rol ante la sociedad, será una fuente inagotable de impropiedades que se convertirán en vicios indesarraigables, ante lo que siempre será necesario decir algo, aunque sea nadar contra la corriente.
En lo periodístico, que es el ámbito en el que me desenvuelvo, hay casos de redactores que aun cuando recibieron su título hace muchos años, no saben distinguir entre esta y está, entre este y esté o entre felicito y felicitó o entre si y sí, amén de otras faltas cuya corrección no requiere grandes conocimientos gramaticales, sino conciencia de la importancia de escribir bien.
La falta de concordancia es uno de los elementos que forman parte de esa amplia gama de impropiedades, a la que siempre aludo en función de llamar la atención de aquellos que utilizan la expresión oral y escrita, para que hagan un buen uso del lenguaje que emplean.
Es por eso que hoy les haré un breve comentario de este asunto, con ejemplos tomados de notas periodísticas, con el deseo de que se disipen las dudas; pero antes de entrar en materia, agradezco (una vez más) los comentarios elogiosos que he recibido por los más recientes artículos, sobre todo los dedicados a la polémica en cuanto a presidente y presidenta. Independiente de que haya posiciones encontradas, me siento honrado y me complazco en saber que este trabajo de divulgación periodística, iniciado hace más de veinte años, no ha sido en vano.
La concordancia es la igualdad de género y número entre el adjetivo o artículo y el sustantivo, y la igualdad de número y persona entre el verbo y el sujeto.
Es común leer frases como: «Mucha gente dicen», que de buenas a primeras pudiera considerarse incorrecta, pues lo adecuado sería: «Mucha gente dice». El error pudiera estar en que gente es una palabra que alude pluralidad. Sin embargo, existe una figura retórica llamada silepsis, que establece la concordancia, más por el sentido lógico, que por las reglas.
Se debe tener presente que delante de los sustantivos femeninos que empiezan con una vocal tónica a (tanto si está acentuada gráficamente o como si solo es un acento fonético), los artículos el y un adoptan la forma masculina cuando la preceden: «el agua», «el hacha», «un águila».
Los demás determinativos se mantienen en femenino. Por tal motivo, es incorrecto decir: «este agua fría». Se debe saber que el artículo no cambia delante de los adjetivos femeninos que comienzan con vocal tónica.
El indefinido cualquiera, cuyo plural es cualesquiera, puede ser sustantivo o adjetivo. Cuando es adjetivo, concuerda con el sustantivo: «Cualquier tarde»; «Dos tardes cualesquiera». Si es sustantivo, no debe concordar con otro sustantivo. Por lo tanto, es incorrecto decir: «En cualesquiera de las dos formas». Lo correcto es: «En cualquiera de las dos formas»
¿Por qué? Porque en el ejemplo, «cualquiera» es sustantivo, y por eso no debe concordar con formas.
Existen otros casos de impropiedades con los números ordinales y los partitivos; con los determinativos, con el apócope de primero y los con los verbos pronominales; pero serán materia para otra entrega.
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