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#OPINION Por Antonio José Monagas: De la esperanza a la certeza

Sería absurdo pensar que el ser humano, aunque provisto de ciertas capacidades con las que enfrenta los avatares de la vida, podrá en algún momento aclarar satisfactoriamente el sentido de su propia vida. O solucionar enteramente las tensiones y conflictos que históricamente han deformado la humanidad. 

Aún así, las realidades, aunque acosadoras, han sido compasivas. De hecho, han enseñado al ser humano a aprovechar cualquier oportunidad posible. En consecuencia, entre golpes y traspiés ha aprendido a vivir el momento presente solucionando los problemas más cercanos a cada posibilidad. Aunque un examen honrado de la realidad, hace ver que no todo es posible de alcanzar.

Cuando la Biblia habla

Es ahí cuando el libro bíblico Eclesiastés, apoyándose en los eventos propios de la vida común que conlleva todo ser humano, aduce que el individuo -por religioso que sea- “debe reconocer las dificultades inherentes a su misión de vida”.

Es probable que quien escribió Eclesiastés, resumió su pensamiento en la consideración que plasmó en el capítulo 3 al translucir que “Dios hace que cada cosa llegue a su tiempo” (Ec.3:11) Por eso inicia puntualizando: “Hay un tiempo para cada cosa y un momento para hacerla bajo el Cielo” (Ec 3:1) Es acá donde el significado del tiempo, adquiere el valor que sostiene la aseveración cuando se habla de que “el tiempo de Dios es perfecto”.

En la visual de la política

En política, este asunto tiene otra connotación. En su fuero más profundo, no podría actuarse sujetándose a tan envolvente principio. Aunque igual sucede en la vida del ser humano, por cuanto la vida en concreto se atiene a lo que determinan los intereses y necesidades que marcan un hecho. 

Sin embargo, las tendencias que la historia registra, infieren que no siempre el discurrir político que pauta la vida humana, ocurren apegados estrechamente a las pasiones que definen los actos del poder. Sobre todo, del poder impuesto por quienes sin entender los misterios que develan las sinuosidades de la vida, se atreven a presumir de capacidades disfrazadas.

Es el problema que aplasta a quienes se muestran arrogantes ante un mundo que ni siquiera alcanzan a conocer con exactitud matemática. Y es el trastorno que caracteriza a cuanto “politiquero de mal oficio” existe por el sólo hecho de atribuirse un poder político del cual abusa para reprimir a quien lo desafía.

Realidades que acosan y martirizan

Pero no hay duda de que las realidades son determinaciones antes las cuales el poder acosador no tiene incidencia ni valor alguno. La brújula política se mueve a instancia de fuerzas que emanan de razones, de influjos, de circunstancias. Pero también de dominios activados por emociones y sueños tan sólidos, que son capaces de construir nuevas realidades o modificar las existentes. 

Venezuela, es un ejemplo singular de lo que la espiritualidad puede movilizar en aras de reconquistar las libertades y derechos humanos. ¿O acaso que el aforismo que refiere de que “la fe mueve montañas” es quimera? ¿O aquel que exalta que “el amor mueve fronteras” es un desvarío?

El libro de Mateo contenido en la Biblia, reseña cuando Jesús habló a sus apósteles quienes no pudieron expulsar al demonio: “Porque tienen poca fe. Yo les digo como si tuvieran fe como un granito de mostaza le dirían a esa montaña: Quítate de ahí y ponte más allá, y la montaña obedecería. Nada les sería imposible” (Mt. 17:21)

Intervención de la fe

Entonces, no hay otra inferencia que dejar que la fe se vuelva más grande que los miedos. Aunque se diga que el miedo crea montañas. Cuando se tiene fe, existe absoluta confianza de lograr todo. De manera que no hay de otra que seguir adelante y confiar pues “el tiempo de Dios es perfecto”. Y lo que está destinado para quien así obre, llegará a su vida. Y en el momento exacto.

No cabe duda de que la fe hace al ser humano, fecundo. Ya que la fe abre el corazón a la esperanza. Y de esa manera, permite dar un testimonio pues es así como la esperanza incita la certeza. Aunque no hay quien pueda entender que la fe sin obras, es una fe sin vida. Razón ésta para saber que tienen que hacerse obras concretas para que la montaña se mueva.

Es decir que el hecho de obrar sin hacerlo inteligentemente, no conduce al logro de lo ansiado. De modo que, al insistir trabajar con inteligencia, está implicándose la preparación correspondiente que aseguraría alcanzar la realidad que habrá de contener el éxito merecido. 

O sea, toda realidad implica una ecuación que compromete las siguientes variables: “preparación – reflexión – trabajo inteligente – tiempo necesario – resultado esperado”

Para concluir

Aunque sin la intención de que esta cuasi ecuación, irrespete la palabra de Dios expuesta en la Sagrada Biblia, las realidades no son tan modificables como bien se quisiera. Al menos, es lo que las leyes de la física refieren. Sólo el trabajo realizado con entrega, es capaz de hacer que la “montaña se mueva”. 

Miguel de Cervantes Saavedra, escritor clásico español y universal del siglo XVI, autor de “Don Quijote de la Mancha” primera novela de la historia, escribió “Confía en el tiempo que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades”. 

Y qué aforismo más oportuno. Pues bien coincide con la idea de esta disertación que busca exaltar la esperanza en medio del torbellino de contubernios que ha desatado el proceso electoral que se avecina en Venezuela.

Torbellino incitado por el egoísmo y envidia de quienes al entender que el poder político no es perpetuo, más aún si los hechos de mal gobierno hablan por sí solos, se hallan acorralados por la dinámica de los tiempos y la naturaleza de la política.

Es ahí cuando la transición en curso, supo recorrer el camino que la vida política demarcó entre la esperanza y la certeza. La certeza de que el impulso de esa población valerosa, la llevará al objetivo definido por las motivaciones que incitaron las esperanzas de hallar el lugar merecido.

Gracias a la resistencia emprendida y a las ideas vertidas por sentimientos, organización y perseverancia. Trayecto éste construido con la persistencia de todo verdadero combatiente. Así habrá que gritar a los cuatro vientos que esa multitud, logró avanzar de la esperanza a la certeza

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