El hombre baja del avión. Ahora mismo su rostro parece el de una señora entrada en años y en carne, abajo lo espera su esposa y sus hijas, las abraza rápidamente y, acto seguido, le cae encima a Cilia Flores, a quien abraza efusivamente, le da un beso, se retira un poco, vuelve a mirar a su atractiva esposa y, regresa, a la carga, sobre Cilia Flores, la vuelve abrazar, la vuelve a besar, aunque se le ve apasionado, son solo abrazos y besos de agradecimiento por lo menos eso parece. Estoy seguro, que no hay otra cosa más que eso: agradecimiento (¿o complicidad?)
Ahora (un poquito mas tarde) lo vemos con Maduro, quien, olvidándose de las condiciones de las cárceles venezolanas, y sus presos, mira a Saab, mira a las cámaras y suelta aquello, sin ruborizarse:
“Quiero darle la bienvenida a este hombre valiente, patriota que resistió 1280 días, 40 meses, las condiciones más adversas, más dolorosas, tortura física, tortura psicológica, de secuestro, cárceles inmundas, amenazas, mentiras… ha triunfado la justicia”.
Este corto párrafo en la que Maduro da la bienvenida a Saab es probablemente una de las mejores definiciones del “mecanismo de proyección” que caracteriza por lo general sus discursos, esto es, que siempre ve en los otros, refleja en los otros, atribuye a otros lo que le pasa a él, en su caso, por lo general proyecta como negativo en otros países y regímenes lo que es propio de lo que el chavismo y él, en particular, ha impuesto en el suyo.
Así que, las angustias, el dolor, el sufrimiento y las torturas que ha vivido Alex Saab, durante 1280 días, es justamente, lo que él y su régimen le ha hecho padecer a miles de venezolanos que han pasado por su sistema carcelario, en, esas sí, inmundas cárceles venezolanas y en las casas clandestinas de tortura y muerte.
Los ejemplos sobran, pero solo mencionaré algunos que superan con creces los que, según Maduro, pudo haber sufrido Saab: El concejal Alban, que no alcanzó a estar 1280 días en el horrible Helicoide, porque la policía del régimen lo lanzo de un piso 10 de una de sus instalaciones de “justicia”, el capitán Rafael Ramón Acosta Arévalo, víctima de desaparición forzosa. Acosta Arévalo, apenas pudo llegar al tribunal y murió allí, víctima de las torturas a la que fue sometido por agentes de la DIGCIM. El otrora héroe de “la revolución” Raúl Isaías Baduel, abandonado a su suerte en una celda inmunda, sin asistencia médica, negada por el régimen, que dice que su muerte se debió al Covid, pero todos sabemos que de “muerte natural” no fallecen los opositores al régimen de Maduro.
Hay cientos de presos, torturados y asesinados por el régimen. Todo está documentado.
Un ex preso político, Lorent Saleh, entregado al régimen, por un Nobel de la Paz, describe el Helicoide de manera sucinta de la siguiente manera:
“El helicoide es el más violento (que la Tumba, donde se usan elementos mas sofisticados de tortura psicológica, diseñado y dirigido por cubanos, según Saleh). Presumo, que Saab no trajinó por un establecimiento carcelario como el descrito por Saleh, independientemente que hay sido recluido en “una cárcel inmunda”
Y digo esto, sabiendo que, lo que todos sabemos, que los carceleros norteamericanos no son, de ninguna manera, los adalides de los Derechos Humanos, como así lo atestigua lo sucedido en Guantánamo y en la cárcel de Abu Ghraib con prisioneros iraquíes.
Viendo a Alex Saab bajar por las escalerillas del avión que lo llevó a Caracas, presumo que, después, de haber proporcionado la información que la justicia norteamericana le exigía llevó la vida en prisión a la de cualquier delincuente preso: el aburrimiento de estar sometido a una misma rutina, que eso le haya podido causar estrés, seguramente, que sufrió, en consecuencia, pérdida de autoestima, es probable.
Pero, de lo que si estoy seguro es que jamás se le aplicó descargas eléctricas en los testículos, no fue violentado sexualmente, no le extrajeron piezas dentales sin anestesia y con ordinarios alicates, no le metieron la cabeza en el wáter y le hicieron ingerir lo que normalmente flota en sus aguas, no amenazaron a su familia (a esta se la amenazaba, probablemente, los que querían liberarlos), no lo asfixiaron con bolsas en su cabeza. En fin, no sufrió los dispositivos de torturas que le ha sido aplicado a los venezolanos que hoy languidecen, injustamente, en las cárceles del país.
Allí está, allí vemos a Alex Saab, abrazando a Maduro, diciendo que se siente orgulloso de trabajar para el régimen. Tratado como héroe, aún cuando salió por “clemencia presidencial” y por intercambio con presos norteamericanos y no por la declaración de inocente de todo de lo que se le acusa.
Maduro lo ve desde su altura y el “liberado” se recoge, sumisamente, debajo del brazo del dictador.
Cuánto durará en la gente el impacto de su liberación, probablemente, menos del que duró el impacto del referendo. Aun, cuando sus consecuencias políticas y electorales, que es lo importante, la veremos en los próximos días.
¡Ah! de la escueta repuesta de Saab a Maduro, solo me anima a resaltar la adjetivación que hizo de la “primera comandante”, Cilia Flores, de quien dijo que era “el Ángel de Venezuela”. ¡Carajo! Hay gente que no se mide.
Y no es a ese “ángel” sino a todos los dioses del universo, que va a tener que encomendarse, cuando el régimen le haga las preguntas que le angustia a la nomenclatura: ¿Que les contaste, a los gringos, Alex?, A ver, querido, Alex ¿qué les dijiste al imperio?, Dinos, Alex, por favor, ¿a quién sapeaste?
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