El fenómeno del desencanto con los partidos políticos, me atrevería a decir con las instituciones democráticas, es un fenómeno instaurado en la siquis de la sociedad venezolana. Este fenómeno se produjo paulatinamente en una de las democracias más establecida, más sólida, de mejor tradición, o así lo creíamos la generación siguiente a la del 58.
Con el derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez en 1958, en Venezuela los partidos políticos fundados en los años cuarenta del siglo XX, recobraron su actividad. Tres ellos, a saber, AD, URD y Copei, firman el Pacto de Punto Fijo, que le trajo beneficios a la estabilidad de la democracia en Venezuela.
En las filas de esas organizaciones políticas se alistaron jóvenes entusiasmados con el nuevo rumbo que tomaba el país. A través de la internacional social demócrata y la democracia cristiana salieron a España, Chile, Italia, Suecia y Alemania dirigentes juveniles a formarse políticamente.
Otros por propia cuenta o becados por el Gobierno, las Universidades o Fundaciones Privadas, partieron a Francia, Estados Unidos, Italia, España y Bélgica para especializaciones en Ciencia Política, Derecho, Economía, Teología, Educación, Filosofía y Administración Pública.
¿Pero que sucedio. Que origina la afirmación que recorre las entrañas de la Venezuela profunda:“Los políticos son los culpables del desinterés de los jóvenes por la política”? …
Una de las razones es que vivimos en una realidad que ha evolucionado mucho más rápido que las ideas políticas. Las ideas políticas se han quedado desfasadas con este mundo en el que experimentamos a diario transformaciones radicales –por la extraordinaria revolución tecnológica que vivimos, por la evaporación de las fronteras, por la integración económica del globo–, en tanto que la vida política transcurre sobre cauces tradicionales.
Por otra parte se debe a un fenómeno más bien lamentable, que es el del empobrecimiento de la vida política. Empobrecimiento porque la política atrae cada vez menos a los mejores, a los más cultos, a los más idealistas, y entonces la clase política va siendo conformada más bien por burocracias poco imaginativas, que son más administradoras de lo existente que creadoras de lo nuevo. Esa democracia no se ha renovado, carece de ideas que la pongan en la actualidad, y además ha experimentado fenómenos como el de la corrupción.
Probablemente esto ha contribuido más que nada a ese desencanto con la clase política, con las instituciones políticas y con la vida democrática. Es algo desde luego muy peligroso porque sin participación, sin renovación, la democracia se anquilosa y puede llegar a erosionarse hasta su desplome. Creo que es muy importante que las nuevas generaciones participen en la vida política. Como partidaria y seguidora del ideario político de VENTE VENEZUELA, en este otro aniversario de su fundación abogó porque el mensaje que trasmitan sus lideres ilusione a los más jóvenes y atraiga a los mejores. Esa será la manera más efectiva de inyectar ideas nuevas y cambiar esa impresión más bien deprimida, desmoralizada, que se está extendiendo en la opinión pública nacional respecto a la política.
Coromoto Díaz.
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