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Opinión

¿Hacía dónde va la economía venezolana? Por Antonio José Monagas

No es difícil inferir las complicaciones que hoy someten al desarrollo y ejercicio de la economía en términos de sus realidades y compromisos. No sólo son los tiempos de pandemia los que han alterado muchos de sus criterios y prácticas. También, la dinámica de capciosas exigencias traducidas por la aparición de paradigmas de diversas disciplinas científicas, le han procurado interpretaciones que distan de elucubraciones conceptuales y metodológicas que han servido de línea de tierra a su comprensión y aplicación. 

A este respecto, cabe pensar en la necesidad de revisar algunas consideraciones relacionadas con la teoría económica. Desde luego, sin dejar de lado lo que desde esta perspectiva puede incidir en la formación de las nuevas promociones de economistas. Igualmente, en la posibilidad de estimular el diálogo de saberes con otras ciencias.

Las realidades han dejado ver la presencia de serios problemas relacionados con la pobreza. Tanto como por parte de las desigualdades sociales y económicas que han motivado que otros problemas luzcan como los propios azotes que padece la ciencia económica. Sin duda que en el marco de la susodicha pandemia, las realidades se tornan doblemente caóticas. Y esto obliga entonces a repensar, ¿hacia dónde está dirigiéndose la dinámica económica? En lo que refiere a Venezuela, particularmente.

En medio de tan contaminadas realidades, es innegable que la economía se ha visto asediada por ideales de otras ciencias sociales y matemáticas cuyos aportes, lejos de redundar en beneficio de la teoría económica, han devenido en confusiones a la hora de acusar las incógnitas que traban un problema en lo específico. Y esto, ciertamente, podría degenerar en una crisis epistemológica para la economía. Una crisis capaz de desviar vías metodológicas y desvirtuar conceptos cuyo resultado pudiera afectar cualquier posible respuesta considerada desde la óptica económica. 

Es la razón por la cual preocupa cómo abatir cualquier duda que conspire contra una respuesta que pueda explicar ¿hacia dónde conduce la economía?

Literalmente, no hay explicación exacta que indique la dirección que habrá de tomar la economía en el fragor de una dinámica económica. Más, cuando es “traída de los pelos”, como en efecto sucede al centro de la realidad venezolana. No obstante, es posible acercarse a una disertación que ilustre lo mejor permisible la ruta a seguir por la economía. Desde luego, a prudencial distancia del calor propio de una situación tan revuelta como la presentan los actuales tiempos. Sobre todo, considerando el error conceptual sobre el cual ha pretendido articularse todo el problema que envuelve la mal pensada “reconversión monetaria” que recién fue abordada.

De entrada, vale asentir que el hecho de explicar cómo se llegó a este enredo, caracterizado por políticas públicas que no llevan a ningún lado por sus mismas inconsistencias, es harto conocido. Sin embargo, dar con esas respuestas, no es indicador de la manera de salir de este meollo que tiene al país atrapado entre gruesos lodazales y peligrosos atolladeros.

La economía deberá dirigirse hacia donde las realidades permitan depurar los preceptos que establece su teoría. La posibilidad de superar las trabas microeconómicas y macroeconómicas que se han resistido a que la demanda sea la que disponga la dirección a tomar la dinámica sobre la que moviliza sus condiciones, sería una ruta de justificada razón.

Otro camino de posible selección, podría ser el que determine la tendencia a suavizar la transición hacia una tasa de inflación que pueda asimilar las variaciones del mercado en términos de lo que traza la relación entre oferta y demanda. 

Más, si se entiende que ni siquiera el rígido y entumecido control cambiario, sumado al desempleo real incitado por la perversa administración del endemoniado régimen, lograron restarle fuerza a la grosera inflación tal como se ha dado. Fue así como la moneda comenzó a perder su valor al concederle espacio a la moneda norteamericana. U otras divisas. Y aún así pretende consolidarse tremendo desbarro. 

De alcanzarse una tasa de equilibrio de la economía nacional que pueda manejarse con la precaución y el juicio necesario, es posible que la economía apunte sus baterías por esa dirección. Así, podría garantizarse una dinámica económica que concilie recursos con necesidades. Por supuesto, al margen de las garras dominantes del populismo gubernamental que ha inspirado al régimen a cometer sus conspirativas faltas.

Por alguno de estos senderos, podría posibilitarse que la economía resuelva los desarreglos que han sometido y profanado su autonomía. Es un poco el trazado que bien podría seguirse a fin de despejar las interrogantes que dificultan responder a la pregunta: ¿hacia dónde va la economía venezolana?

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