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#OPINION Por Antonio José Monagas: Universidades de “cartón”.

Los nuevos tiempos impulsaron nuevas realidades. Nuevas realidades que condujeron a cambios que modelaron características que definieron escenarios novedosos en todos los sentidos. En principio, cabe referir a contextos diseñados a instancia de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Pero también, en virtud de forzados reacomodos del poder económico y político. Esto implicó que importantes sociedades se vieran afectadas. Sobre todo, aquellas que no pudieron adaptarse a las exigencias de la innovación. O de otras que terminaron haciéndose más pobres Este fenómeno trastocó buena parte del mundo.

Hubo naciones, comunidades y sociedades que no pudieron disfrutar de ciertas transformaciones alcanzadas. Todavía algunas siguen marginadas del regocijo que el paroxismo de rotundos cambios, indujo. Aunque no todo fue “a pedir de boca”, pues hay realidades que se mantienen atrapadas en el mismo subdesarrollo o atraso que, por un largo tiempo, afligió a un inmenso número de naciones. Desde luego, con las excepciones de rigor, tal cual lo determina la naturaleza geopolítica que suscribe la realidad social.

El sectarismo, nudo del problema

Para hacer más sucinta esta disertación, el tema sólo tocará la situación que embarga a realidades del Tercer Mundo. Realidades afectadas por el sectarismo que caracteriza la política y la economía de estos tiempos. Más aún, cuando un buen número de criterios bajo los cuales se endilgan muchas de las medidas gubernamentales impuestas a fuerza de represión e intimidación, cuando no mediante forjada publicidad transmitida por medios censurados y perfilados por imposiciones gubernamentales, obliga a someterse a ciertos dictámenes para los cuales sólo convienen los intereses ideológicos que obedecen el accionar de las correspondientes burocracias.  

La narrativa que exponen los asuntos que más conviene a tan contrariadas y perturbadas realidades, no se compadece de lo que conmueve lo profundo de las crisis. Generalmente, los discursos pronunciados se dedican a denigrar del opositor político sin argumento alguno. En ninguna instancia, se debate la angustia espiritual ni los horrores morales que en sus patios se detectan. 

No hay espacio para deliberar en torno a la brutalidad que exhibe la inmoderación del poder. Como tampoco el crudo escepticismo que aplasta tradiciones, angustias y proyectos de vida de la población. 

Aunque vale dar cuenta que la contracción de libertades que refiere al mutismo forjado que existe sobre la expresión, la opinión y el pensamiento, no es un problema reciente. Por el contrario, el mismo se apoderó del mundo político siglos atrás. Sólo que en la actualidad ha adquirido un valor en todo el sentido de su esencia, justificación y existencia al implicar derechos humanos violados.

En la cresta de tan abultado problema, se erigen disposiciones que desplazan la importancia de lo que emerge del referido contexto. Es decir, de la educación entendida como la maquinaria que afianza el desarrollo económico y social de las naciones. De ahí que lo arriba señalado, apunta a exaltar la significación de la educación. Al mismo tiempo que, compromete el conocimiento propio aplicado desde los correspondientes procesos enseñanza-aprendizaje.

Detalles explicativos

Pero el problema que esta disertación intenta destacar, justamente ocurre en un terreno movedizo. El que caracteriza un discurrir basado en pretensiones que, rápidamente, se desvirtúan de los fundamentos trazados. Es el problema que exhiben sistemas políticos. Por eso el sectarismo en el ejercicio de la política, presume ganar acólitos y afectos, simpatizantes y militantes, seguidores cándidos y furibundos. Así los slógans políticos sobreviven a las deficiencias de las realidades.

Es absurdo pensar en mecanismos políticos que supongan que al gobernado pueda tratarse como conejos de laboratorio o ratones de bioterio. Las etapas históricas que suponían procesos que movilizaban poblaciones entre la idiotez y la insensatez, fueron superadas por el conocimiento que indujeron las nuevas realidades. Estas, lograron movilizarse a partir de las transformaciones operadas por las innovaciones de las tecnologías de la comunicación y la información. 

Se depuran los caminos de la política

Los caminos comenzaron a depurarse de concepciones moldeadas por boyantes miedos que mantenían al individuo sin conciencia de sus padecimientos y carencias. Igualmente, comenzaron a promoverse importantes cambios en la base del conocimiento. Cambios que no deberán escarmentar manipulaciones de ninguna clase. 

Ojalá estas nuevas realidades dificulten regresar a modelos de crecimiento y desarrollo ya conocidos por buena parte de poblaciones del mundo. De hacerlo, el desatino, sería absoluto. Y políticamente incorrecto. Sin embargo, no por ello, muchas naciones no escaparían de repetir problemas superados. 

Sin embargo, el modelo de la educación universitaria convencional aplicado en tiempos anteriores, continúa resistiéndose a los cambios que las nuevas realidades impulsan. Las necesidades que surgen de nuevas formas de producir y distribuir conocimientos, es distinta de la seguida, particularmente, el siglo pasado. 

De la complejidad de las nuevas realidades

La complejidad que pautan las nuevas realidades, no permitirá concepciones que actúen con grosera terquedad ante la flexibilidad, interactividad, transversalidad y sinergias propias del pensamiento colectivo. Esta situación, a pesar de la incidencia de las nuevas realidades que insisten en abrirse paso en su ruta liberadora, sabrá rechazar políticas educativas que insisten en formar profesionales de las ciencias y las tecnologías dependientes de cuanta tendencia provenga con intenciones de subordinación y entrega.

De no atenderse ni entenderse esos nuevos paradigmas que validan nuevos esquemas de formación y concienciación, no habrá garantía alguna de alcanzar el desarrollo aducido políticamente. Sobre todo, en el fragor de los agotadores procesos electorales que siguen dándose al amparo del imperante subdesarrollo. Escasamente, estarían formándose profesionales para actuar como meros agentes de supervisión y mantenimiento. Jamás, para desempeñarse como agentes de procesos de transformación. Más, de aquellos adeudados por centros industriales con sistemas educativos de excelencia. 

Esto explica la razón por la que persisten empresas públicas en donde la militancia política subordina la capacidad técnica. Asimismo, cabe advertir que, si la estructura económica (abatida por políticas aberrantes) sigue atrapada por obtusas medidas gubernamentales, los mentados tecnólogos (de los cuales se jactan los gobiernos de haberlos formados en virtud de las nuevas realidades y sus apremiantes cambios) dejarían ver serias deficiencias ocultas dispensadas por exigencias gubernamentales pintadas por ideología foráneas. Peor aún, extemporáneas. Como si ello remediará la penosa crisis de desarrollo que pecan muchos países por culpa de la ignorancia de gobernantes indolentes, ciegos y sordos. 

Algunos de tan retorcidos gobiernos, como tantos otros cerrados a criterios de una educación liberadora, creen desafiar las exigencias del conocimiento formando la juventud con presuntos programas educativos dictados desde desmontables universidades de galpón. O desde el raquitismo de universidades de “cartón”.

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