El hombre que, flanqueado por María Corina Machado, logró, a punta de voto, que Washington, la Unión Europea, el Centro Carter, la OEA y países de la región exigieran la publicación transparente de unos resultados electorales que guardarían en sus números un cambio político en Venezuela, afirma que su poca exposición está más que justificada y obedece a un proyecto de resguardo de la victoria que habría obtenido en las presidenciales.
Edmundo González Urrutia tiene un semblante pausado y sosegado. La estridencia le es ajena como buen diplomático que es. La experiencia le sirve para medir muy bien sus propias palabras.
Y sí, en efecto, tras su exilio en España, que ha causado polémicas impresiones, ha preferido usar el silencio como parte de su estrategia.
No ha querido hablar públicamente. De hecho, cuando fue recibido por los venezolanos congregados en la Plaza Puerta de Sol a finales de septiembre pasado, cuando recién llegaba a Madrid, prefirió no hablar.
Se entendía que la excusa de su voz trastocada no era más que una manera de mantenerse respetuoso seguramente a unos protocolos acordados con el Gobierno de Pedro Sánchez que lo recibía como exiliado con condiciones que se habrán sellado en Moncloa y que aún despiertan sospechas.
Desde entonces los medios han pedido entrevistarlo. Algún editor de Caracas, integrante de esas élites nacionales que encumbraron una vez a Hugo Chávez al poder, confiando tontamente que podrían ser titiriteros del configurador de la destrucción, le ha propinado ataques argumentando que la prensa venezolana merece respeto de su “Presidente electo”.
Edmundo González no les ha rendido la pleitesía que se esperaban a esos círculos que alguna vez detentaron poder mediático.
El hombre que, flanqueado por María Corina Machado, logró, a punta de voto, que Washington, la Unión Europea, el Centro Carter, la OEA, y países de la región exigieran la publicación transparente de unos resultados electorales que guardarían en sus números un cambio político en Venezuela, afirma que su poca exposición está más que justificada y obedece a un proyecto de resguardo de la victoria que habría obtenido en las presidenciales.
Tengo el deber de proteger mis movimientos frente a la persecución del gobierno en mi contra, no solo por mí, sino por los millones de votos que represento”, González Urrutia responde así a una serie de ataques de esos consejeros y editores caraqueños y a unas fuerzas de oposición políticas penetradas por Miraflores y que quisieron reventar el liderazgo de María Corina Machado desde antes de las primarias de oposición de 2023, cuando ya se sentían perdidas ante la aplanadora de esta.
También quisieron boicotear a González Urrutia cuando sellaba su pacto como abanderado de María Corina Machado y único aglutinador de la esperanza de los venezolanos aquel 28 de julio.
Hoy se lamenta de la puñalada que está sintiendo. Se denuncia un “ambiente tóxico” en Madrid. Lo hizo el periodista Sergio Dahbar, y González Urrutia le ha agradecido en un tuit el alerta.
Sabe que hay una red que se teje para hacerlo flaquear antes del 10 de enero próximo, la fecha definitiva de la juramentación como Presidente de Venezuela.
Y ahora le toca combatir a un Miraflores que le quiere preso y neutralizado, y unos amos del valle que anhelan el control de los líderes que pueden cambiar todo en Venezuela.
El chantaje de las élites contra González Urrutia toma fuerza.
Se espera que su estrategia silente y cautelosa guarde algo realmente transformador para los millones de venezolanos que confiaron en él.
Fuente: Redacción Versión Final
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