Después de 123 días, volvieron las Eliminatorias Sudamericanas, pero con el mismo sabor a desilusión de 2024. Todas las selecciones jugaron realmente mal, y Venezuela no fue la excepción. El famoso plan del “Bocha” Batista es claro: ganar la final contra Perú y rezar por los demás resultados para optar al repechaje. Sin embargo, tiene un ligero problema: jugando así, no le ganamos ni a San Marino.
El último partido había sido el 19 de noviembre de 2024. Esta es una de las razones por las que estas eliminatorias son las más engañosas: no puedes tomar como referencia los últimos partidos y dependes, en un 99%, de la forma en que lleguen tus jugadores. Eso se notó mucho en esta fecha. Ninguna selección mostró una buena versión de sí misma. Paraguay ganó por la mínima a Chile, y solo llegaba al arco rival mediante centros, cuando la Paraguay de Alfaro había sido una de las mejores selecciones. Se le pide mucho más, especialmente si consideramos que estaban jugando contra los abuelos chilenos. Brasil y Colombia tampoco brillaron, y ni hablar de la actuación de Venezuela.
El “Bocha” tuvo 4 meses para preparar el partido contra Ecuador. Pero todo arrancaba mal desde la convocatoria: habían nombres que faltaban y otros que sobraban, aunque hay que decir, que Hurtado es el que mete el cabezazo en el gol de Cádiz, pero todavía falta para llegar a ese punto. Desde un principio, había dudas en el ambiente, especialmente porque varios jugadores llegaban apercibidos al partido contra Ecuador, sabiendo que el encuentro clave sería en casa contra Perú. El plan era simple: sacrificar este partido al alinear un equipo alternativo y salir con todo en Maturín. Una decisión que puede gustar más o menos, pero lo que no se puede negociar es la actitud. ¿Era lo más inteligente rotar? Probablemente sí, pero una cosa no quita la otra. Una cosa es rotar el equipo y otra es salir a buscar el 0-0 desde el inicio. Si estás dispuesto a perder el partido (como parecía), con mayor razón hay que salir a jugarlo. No hubo convicción en ningún momento de competir. Desde el principio, el planteamiento fue ceder el balón completamente a Ecuador y resistir. De hecho, Ecuador mantuvo el 71% de la posesión, mientras que Venezuela solo tuvo el 29%, y en el primer tiempo apenas alcanzó el 19%. Soteldo, después del partido, dijo: “Se estaba haciendo un partido muy bueno hasta el gol, el planteamiento estaba saliendo bien, pero el gol nos descompuso un poco”. Eso lo dice todo: un equipo que no se atreve a jugar no merece ir al Mundial, sin importar con qué jugadores lo haga.
El plan del “Bocha” Batista
Se pueden decir mil cosas de este partido, y ninguna es buena. Lo único positivo fue el penal atajado por Romo, quien se consolida como uno de los mejores porteros del continente en ese aspecto (portero con mayor cantidad de penales tapados en eliminatorias), pero lo que hizo con una mano, lo deshizo con la otra. Más allá de la pésima actuación de Venezuela, el planteamiento de Ecuador fue muy inteligente. Venezuela salió con un 4-2-3-1, que en el aspecto defensivo mutó varias veces, convirtiéndose en un 4-5-1 para saturar el mediocampo al defender. Por su parte, Ecuador contrarrestó esta formación posicionando a Estupiñán, su lateral izquierdo, más cerrado, casi por dentro, para crear superioridad en la zona media y liberar las bandas. Siempre pudieron generar ventajas numéricas y, con eso, realizaron varias triangulaciones entre el extremo (bien abierto), los volantes y los laterales, quienes rompían por dentro. Esto les dio una opción más de pase y les permitió profundizar para ganar la espalda de nuestra defensa por ambas bandas, obligando a Eduard Bello a retroceder y ayudar en las coberturas a Alexander González. Sumado a esto, la poca presión por parte de Venezuela les permitió jugar a su ritmo, controlar el balón con calma y, poco a poco, encontrar los espacios. Ellos utilizaron ese sector para liberar el juego y abrir la cancha. Luego, se vio un 4-4-1-1 de la Vinotinto, con Telasco flotando un poco más arriba en la marca, mientras Ecuador hizo todo lo contrario: mantuvo a los laterales bien abiertos, amplió el campo y generó juego. En ningún momento Venezuela pudo hacer frente a lo que planteó Ecuador, ni siquiera pudo robar el balón.
En el segundo tiempo, el partido mejoró levemente pero no fue por una estrategia mágica de Bocha. Con el ingreso de Soteldo y Rincón, hubo un poco más de personalidad, pero aún así nos costó hacer algo con el balón. Después del segundo gol, que llegó al comienzo del segundo tiempo por un error inexplicable de Cásseres en salida, la Vinotinto bajó los ánimos y Ecuador la intensidad. Ya no aplicaban esa presión tras pérdida que sí usaron en el primer tiempo. El dato demoledor es que, de los últimos siete goles anotados en el primer minuto del segundo tiempo en las eliminatorias, cinco los recibió Venezuela. El problema es real: antes, el “Bocha” era capaz de levantar al equipo en el segundo tiempo; ahora, Bocha es nuestra condena. Nuestro único recurso fueron los pelotazos largos, y, aun así, Rondón casi convierte uno. La Vinotinto, con todo perdido, fue cuando se animó a jugar. La primera posesión larga del equipo llegó aproximadamente en el minuto 75, pero salimos a competir en el tiempo agregado, y ahí está la crítica. Si jugando nuestro peor partido fuimos capaces de marcar en el único momento en que decidimos jugar de tú a tú al equipo más fuerte defensivamente en estas eliminatorias, imagínense si lo hubiéramos hecho desde el principio. Pero no: salimos a buscar el 0-0, y no conozco a ningún equipo que, buscando el empate, lo consiga, excepto el Getafe. El gol de Cádiz nos revivió la moral, pero ya era demasiado tarde. Tuvimos suerte de que no nos anotaran más goles, fácilmente pudo haber quedado 4-0, pero no fuimos capaces de aprovechar esa suerte. La suerte se construye, y superando desafíos nos roba sonrisas pero, no se hizo nada para que nos sonriera un poco.
Si queremos ir al Mundial, tenemos que competir. No podemos conformarnos con el empate, y menos cuando cada partido es una final. La “finalísima” se juega la próxima semana en Maturín. El plan es este, y ya veremos si funciona o no. Hay seis puntos en disputa que son necesarios para seguir soñando: el de la próxima semana contra Perú y contra Bolivia en casa. Es difícil, pero, aunque cueste, voy a seguir confiando en el sueño (porque no queda otra) a pesar de Bocha.
X Santiago Andres Hueck Yrausquin – @GoalteamX – Instagram – @goalteam_ig
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