Faltando plata para la comida, José tuvo que sacrificar el obsequio para su hija de 5 años.
Fue difícil decírselo, pero le tocaba.
No es la primera vez: A sus 34 años José ha visto privaciones peores junto a su familia.
La voluntad no le ha faltado nunca.
Lo digo porqué le visto trabajar en persona, bajo 36 grados, por poco más de veinte dólares.
Hace poco me pidió ayuda, pero esta vez no pude estar presente.
Se contrapuso el tiempo, y cuando lo intenté – el mismo 24 de diciembre – el banco no aprobó la transacción.
Así nos fue imposible negar la realidad. Cuantos José, al mismo día y a la misma hora.
Queriendo «bypasar» el duro presente, José me pregunta «¿qué pasará el 10 de enero?» Noto que ha puesto esperanzas excesivas en esa fecha. O mejor dicho, alguien se las puso en la cabeza.
José cree que ese dìa va a recuperar la Navidad perdida.
Y con ella los años, la gente, las vidas que la crisis se ha llevado consigo.
Sin embargo, no tengo el coraje para quitarle la ilusión.
Todos necesitamos aferrarnos a algo, es indudable.
Pero qué ganas de decirle a José que quien lo ha ilusionado no le ha dicho la verdad.
A veces se lo insinúo, entre líneas, diciéndole «Ojalá esta gente fuese como tú».
Creo que debería ser más claro, comentándole «ojalá que Edmundo González Urrutia y María Corina Machado tuviesen el mismo coraje que tuviste tú con tu hija».
Y añadiría que «mientras tu, en vivo, tuviste la valentía de decirle a tu hija que no había regalo; que no tenías las posibilidades; que la cosa está difícil…», hay quien ni por la intermediación de una tele cámara o de una videollamada te ha dicho la verdad.
«Y qué es la verdad?», preguntaría nuevamente Pilatos, aplicando a los tantos José la indiferencia que mostró ante Jesús.
La verdad, añadimos nosotros, es que ni Edmundo ni María Corina tienen un «plan». Al punto que pasamos de decir que el 10 de enero va haber un nuevo presidente juramentado a decir que «el 10 de enero ya pasó», «el 10 de enero es hoy» y otras ambigüedades.
Ya no se dice «Venezuela cobra» sino que se admite que es una «fecha fatigosa».
Ojalá, José, que esta gente fuese como tú.
Pero incluso la mentira es un privilegio de casta en nuestro mundo.
Hay quien no puede mentir ante la inminente pobreza. Hay quien lo hace brindando en Madrid y Estrasburgo. Y quién sabe con quién. Pidiendo asilo político, pero prometiendo volver.
Ante la inminente duda que se asoma por la improvisación de nuestra clase dirigente, hay quienes comienzan a deslindarse con eufemismos teniendo un pie aquí y uno allá. Es difícil, José, no darse cuenta de que la tournée euro-estadounidense está llegando a su fin y que el 10 de enero Maduro será juramentado.
Quizás allí no asistan algunos embajadores occidentales, pero cuatro quintos del mundo sí. ¿Cómplices? Hipócritas? Quizás eso y más. Ahora bien, la pregunta que le haría a José es:
¿Por cual motivo las cancillerías extranjeras deben hacer la tarea con la cual la misma dirigencia no ha querido cumplir?
Por otra parte, amigo, Maduro ya habrá jugado sus cartas. Yo en su lugar habría emplazado en las embajadas: Quién no me reconozca no puede estar en el país. Y allí está España ya presentó nuevo embajador y la liberación de los 19 ciudadanos extranjeros presos también tendrá su costo.
Allí están volviendo los demonios del interinato, que nunca fueron exorcizados.
Asambleas decaídas, gobiernos sin pueblo ni territorio y otras Narnias que consuelan a los ricos mientras el pobre sufre.
Ojalá nos gobernases tú, José. O al menos alguien con tu valentía. A otros les quedó grande la cita histórica, y mienten sabiendo que declaran falso testimonio; mienten, repito, y haciéndolo se parecen cada vez más a los monstruos que un tiempo decían combatir.
Estefano Soler Tamburrini. Periodista por Emilia-Romagna, en Italia.
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