La activista de derechos humanos es la defensora más ferviente del legado de su padre, Robert Kennedy, asesinado en su carrera hacia la Casa Blanca
Era un país sumido en la guerra de Vietnam y desgarrado por el racismo cuando en marzo de 1968 Robert F. Kennedy anunciaba su candidatura a la presidencia de EEUU como la voz de la esperanza.
Exactamente 81 días después era asesinado frente a las cámaras de televisión en el hotel Ambassador de Los Ángeles. Su hija Kerry, la séptima entonces de 10 hermanos (el undécimo llegaría enseguida), tenía nueve años cuando el clan Kennedy, la realeza de la política estadounidense, se deshacía en lágrimas en el funeral de otro de los suyos.
Primero JFK, luego Bobby. Era el comienzo de ese sino trágico que siempre ha sobrevolado a esta familia.
Convertida hoy en célebre abogada y activista, Kerry Kennedy preside la fundación RFK Human Rights.
Los ecos de Camelot apenas son un suspiro en el EEUU de hoy, pero el legado de los Kennedy sigue vivo gracias a esta mujer de ojos vivísimos y verbo implacable, que en estas elecciones, «las más importantes de la historia de EEUU», se ha visto arrastrada, muy su pesar, al ojo del huracán político.
Kerry es una Kennedy de pura cepa.
Se mueve y habla con la esperada seguridad, siempre amable. Y no, no elude hablar de Donald Trump ni de Kamala Harris, tampoco de Alexei Navalny y de su madre Ethel, que acaba de morir.
Charla con YO DONA en Bilbao, donde ha impartido una conferencia en la universidad de Deusto organizada por María Díaz de la Cebosa, al frente de la fundación RFK en España.
Tres veces interrumpimos un instante la conversación. Una, cuando el camarero le trae un colacao caliente a la mesa (hace fresco en Bilbao y lleva un veraniego vestido de Carolina Herrera).
Las otras dos, cuando le llama al móvil Mia Farrow. «Estoy en España», le dice Kennedy para cortarla. No es la primera vez que la activista de 65 años está en nuestro país.
«Cuando tenía 17 trabajé un verano entero en una ganadería de toro bravo en Sevilla», recuerda riéndose a carcajadas.
«Entonces el torero del momento era Espartaco, el hombre más guapo que he visto en mi vida. Se parecía a Leonardo DiCaprio, pero se movía como Rudolf Nuréyev».
UNITED STATES – NOVEMBER 03: Robert and Ethel Kennedy with their children at the Bronx Zoo. On hand are (front, l. to r.), Mary, 8; RFK; Kerry, 5; and Michael, 6. In the center are, David, (left) 9; and Robert, 11, and in the rear (l. to r.) Joseph, 12; Kathleen, 13, and Ethel. (Photo by John Campbell/NY Daily News Archive via Getty Images)
Kennedy descubrió muy pronto su vocación por la defensa de los derechos humanos. Al fin y al cabo, antes de ser aspirante a la Casa Blanca, su padre había sido fiscal general en la época clave del auge del movimiento por los derechos civiles en EEUU.
«Mis padres nunca hicieron distinción entre la vida familiar y la vida laboral, así que nuestra casa de Hickory Hill, en Virginia, estaba constantemente llena de activistas de derechos humanos, defensores de los derechos indígenas y personas que trabajaban en diferentes campañas contra la pobreza en EEUU y por todo el mundo. Además, crecí con siete hermanos y tres hermanas… Así se entiende la justicia a una edad muy temprana».
P. Es autora de un libro Speak Truth to Power que reúne las historias de 51 hombres y mujeres que han cambiado el mundo. ¿Quiénes son los Gandhi de hoy?
R. Son todas las personas que promueven el cambio. Nombres, desde luego, como la activista Malala Yousafzai en Pakistán, el fallecido Alexei Navalny en Rusia o la gente de la Coalición de Trabajadores de Immokalee (CIW) que luchan contra la trata de personas en EEUU. Pero también es esa mujer maltratada en cualquier lugar que decide que no lo va a permitir más. Ella es tan heroína como lo fue Nelson Mandela.
P. Usted se carteó con Alexei Navalny desde prisión. ¿Qué pasó por su cabeza cuando murió?
R. Se me partió el corazón. Por él, por el pueblo de Rusia, por su esposa y por todos los que amamos la libertad. Pero creo que su mujer Yulia es extraordinaria y que continuará su lucha a pesar de los grandes riesgos.
P. ¿Considera que EEUU sigue siendo relevante en el ámbito de los derechos humanos?
R. Absolutamente. Hay que entender que lo más poderoso que tiene este país no es ni su economía, ni su ejército, sino la idea de América, donde no importa dónde naciste porque si trabajas duro puedes tener una vida mejor. Y si tu familia es inmigrante, como lo fue la mía, en unas cuantas generaciones puedes ser presidente de EEUU.
Cisma en el clan Kennedy
Kennedy no ha rehuido nunca del foco político. Es casi imposible con su apellido.
Tampoco ayuda a tener un perfil bajo un matrimonio en 1990 con el ex gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, con el que tuvo tres hijas.
Al contrario, la fusión de dos de las estirpes políticas más famosas del país hizo las delicias del papel couché. Y lo mismo ocurrió con su divorcio, 15 años después.
Pero ha sido en 2024, cuando la activista se ha visto arrastrada con toda su familia al primer plano electoral cuando su hermano, el polémico Robert Jr., se ha presentado a la presidencia no como demócrata, sino independiente.
Y lo más inconcebible, ha apoyado luego la candidatura republicana de Donald Trump.
«Le quiero», dice Kerry Kennedy con la voz quebrada.
«Pero estoy en total desacuerdo con él y creo que apoyar a Trump es una traición a todo lo que la familia Kennedy siempre ha defendido».
La activista en un acto de campaña con su ex marido, el ex gobernador de Nueva York Andrew Cuomo y dos de sus hijas.GETTY
P. ¿Qué está en juego este 5 de noviembre en las urnas?
R. Estas elecciones van del pueblo estadounidense, de nuestra visión del futuro, de cómo queremos tratarnos los unos a los otros y de qué tipo de liderazgo queremos que conozcan nuestros hijos. Mi padre, mis tíos y mis tías habrían despreciado a Trump por su racismo, por su odio hacia las personas que viven en la pobreza y a las mujeres, por el hecho de que está condenando tres o cuatro veces y de que un juez le haya considerado responsable de violar a Jean Carroll… La lista sigue y sigue. No tiene nada que ver con los valores de la familia Kennedy. Todo lo contrario.
P. ¿Ha conocido a la candidata demócrata Kamala Harris en la distancia corta?
R. La he visto en varias ocasiones en las que me ha parecido inteligente y dura, una mujer a la que no le importa pedir cuentas a alguien poderoso, que se preocupa por los vulnerables y que tiene sentido del humor.
P. Después del fracaso de la candidatura de Hillary Clinton, Harris ha evitado hablar de género en campaña. ¿Ha superado EEUU el miedo a elegir a una mujer presidente?
R. Por supuesto que no. Hay mucha gente que es explícita sobre su misoginia y otra que no se da cuenta de que lo es. Esto está presente al 100% en las elecciones también.
Kerry y su primo John-John, hijo del presidente JFK.GETTY
P. La inmigración sí ha sido un arma arrojadiza en la campaña. Lo es en todas partes. ¿Le preocupa?
R. Me importa que tratemos con dignidad a toda esa gente que no dejas entrar en tu país. El sistema no tiene por qué ser extremadamente generoso, pero sí extremadamente humano. Porque es un reflejo de quiénes somos como sociedad.
P. Se acerca también el día de Acción de Gracias, el primero tras la muerte de su madre, Ethel. ¿Puede compartir algún momento familiar que recuerde con cariño?
R. Mi madre nos unía a todos. Era una fuerza muy positiva. Siempre decía: «¿Verdad que tenemos suerte?». En realidad, los momentos más especiales fueron para mí los más mundanos, cómo cada noche, durante la cena, los 11 hermanos teníamos que decir algo que habíamos leído en el periódico ese día ¡y no se podía repetir! O cómo subíamos al cuarto de nuestros padres, nos arrodillábamos alrededor de su cama y rezábamos el rosario todas las noches.
Antes de despedirse, la abogada nos enseña en su móvil una foto de su última cena de Acción de Gracias… repleta de Kennedys.
¿Cuántos erais? «Creo que 75… ¡y la mesa del comedor ni siquiera es tan grande»!
https://www.elmundo.es/yodona/actualidad/2024/11/03/67234341fdddff296a8b4580.html
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